Olivia de Havilland, famosa actriz británico-estadounidense, nos ha dejado a los 104 años. Con ella se apaga la luz de la última gran estrella del Hollywood dorado, ese que creó la iconografía y mitomanía que casi 90 años después seguimos admirando.
De Havilland parte solo unos meses después de la última gran estrella masculina, Kirk Douglas, que nos dejó con 103 años el pasado mes de febrero. En Me va de Cine vamos a dedicarle un pequeño homenaje a esta gran artista repasando su carrera, que empieza nada menos que en 1935.
Unos inicios casuales
Olivia de Havilland nació en 1916 el seno de una familia británica que, por asuntos laborales, residía en Japón. Tanto ella como su hermana Joan nacieron en Tokio, aunque vivieron pocos años ahí: ambas eran niñas de salud delicada, por lo que su madre se trasladó con ellas a California, mientras que el padre se quedó en Japón, hasta que abandonó oficialmente su familia para rehacer su vida con el ama de llaves de la casa nipona.
La infancia y adolescencia de las hermanas De Havilland estuvo marcada por la profesión de su madre, actriz. Por ello desde muy pequeñas fueron educadas en artes, ballet y música y no tardaron en debutar en el teatro de aficionados.
Olivia iba para profesora de inglés, pero el destino hizo que tuviese que interpretar el papel de Hermia en una producción de “El sueño de una noche de verano”, de Shakespeare, de la que era segunda suplente. En esas funciones de teatro comunitario la descubrió el director austríaco Max Reinhardt, que con solo 18 años le ofreció su primer papel en el cine, interpretando el mismo personaje en la versión cinematográfica de la obra.
Olivia se negó, veía la interpretación como una afición e iba para profesora, pero finalmente accedió a los deseos de Reinhardt y acabó firmando un contrato de cinco años con Warner Bros. el 12 de noviembre de 1934, con un salario inicial de $200 por semana. Había nacido una estrella.
Tandem con Flynn y el papel que la hizo mítica
Olivia no tardó en destacar en la Warner, donde durante siete películas fue la compañera del entonces popularísimo Errol Flynn. Daba igual el género, la química entre ambos intérpretes estaba asegurada y se movieron en géneros dispares como el policíaco o las aventuras: El capitán Blood (1935), La carga de la Brigada Ligera (1936), Robin de los bosques (1938) o Dodge, ciudad sin ley (1939).
Aunque pare entonces era una cara muy conocida, el 1939 fue un año clave para Olivia de Havilland: con sólo 23 años co-protagonizó ‘Lo que el viento se llevó’, interpretando a la sufrida Melanie Hamilton.
El papel le valió su primera nominación al Oscar, aunque la estatuilla en su categoría fue para Hattie McDaniel, compañera de reparto de la película. La actriz que encarnó a Mami fue la primera intérprete afroamericana en ganar el Oscar, todo un hito para la época que tardaría décadas en repetirse.
Los años 40: entre fama y envidias
A pesar de su popularidad, Olivia de Havilland no estaba contenta con los papeles que le ofrecían en la Warner. El sistema de estudios no permitía rechazar papeles y se quejaba de la poca calidad artística de lo que le ofrecían. Según ella, todos los buenos roles de entonces se los llevaba Bette Davis, algo más mayor que ella y compañera en la Warner.
Estas quejas llevaron a De Havilland a ser suspendida de empleo y sueldo durante seis meses. Más tarde demandó al estudio cuando intentaron prorrogar su contrato alegando que les debía esos seis meses (práctica común en la época). Aunque ganó la demanda estuvo 3 años sin trabajar.
Curiosamente, la Davis había tenido problemas similares unos años antes, hasta el punto que también llegó a demandar a Jack Warner, productor del estudio. Sin embargo, para principios de los 40 ella era la estrella, había conseguido salirse con la suya (no sin pocos sacrificios).
También es curioso que, a pesar de su enfrentamiento, años después ambas actrices acabarían siendo grandes amigas, relación que retrató muy bien Ryan Murphy en la serie ‘Feud‘.
Pero las envidias hacia sus compañeras de estudio y las demandas no eran el único problema para Olivia: a principios de los 40 su hermana pequeña, Joan Fontaine (el apellido lo tomó prestado del segundo marido de su madre), ya se estaba haciendo un hueco en la industria. En 1941 ambas hermanas fueron nominadas al Oscar (Olivia por ‘Si no amaneciera’ y Joan por ‘Sospecha’) y fue Joan quien se lo llevó: este fue el inicio público de su enemistad, que según las malas lenguas duró más de 4 décadas (también se dice que colaboró a ello la rivalidad por sus intereses amorosos).
Olivia de Havilland tuvo que esperar hasta 1946 para recibir su primer Oscar por ‘La vida íntima de Julia Norris‘. Tras otra nominación sin premio el tío Oscar le volvería a sonreír en 1949 con ‘La heredera‘, posiblemente su trabajo más celebrado. Joan 1 – Olivia 2.
Un ocaso prematuro
Aunque De Havilland se siguió prodigando en el cine, a partir de los años 50 sus papeles se fueron distanciando cada vez más. En el Hollywood clásico la barrera de los 40 años marcaba a la mayoría de actrices y muy pocas seguían manteniendo el ritmo de trabajos de décadas anteriores.
En los 50 Olivia destacó en ‘No serás un extraño‘ (1955), de Stanley Kramer; ‘El rebelde orgulloso‘ (1958), de Michael Curtiz o ‘La noche es mi enemiga‘ (1959), de Anthony Asquith. Aunque la actriz defendió bien todos estos roles ya no llegarían a darle las cotas de popularidad que alcanzó en los años 30 y 40.
Ya en los 60, y como ocurría con otras actrices de su edad, Olivia de Havilland tuvo alguna incursión en el cine de género. Por ejemplo, en 1964 protagonizó junto a su ahora amiga Bette Davis ‘Canción de cuna para un cadáver’, de Robert Aldrich, película de terror que seguía la estela iniciada por la mítica ‘Qué fue de Baby Jane’, también dirigida por Aldrich.
De hecho, su papel fue rodado previamente (y de forma casi íntegra) por Joan Crawford pero divergencias entre esta y la Davis, que era co-productora de la película, hicieron que abandonara el rodaje antes de su término. Aunque el filme podría haber quedado inconcluso la suerte hizo que De Havilland pudiese unirse al rodaje. Jamás sabremos cómo hubiese sido esta película con Davis y Crawford de nuevo enfrentadas.
Uno de los últimos roles destacados de Olivia de Havilland en el cine se produjo en 1978 en la película coral ‘Aeropuerto’. Aunque la calidad de la película es regular destaca por tener en su plantel a muchas viejas glorias del Hollywood dorado. Además de la actriz constaban en el reparto estrellas de la altura de Jack Lemmon, Joseph Cotten o James Stewart.
Televisión y retiro francés
A partir de los 80 Olivia de Havilland aparcó el cine y encontró su hueco en televisión. Por aquellos años la pequeña pantalla era un buen destino para actores y actrices consagrados pero ya demasiado mayores para el cine.
En esta época destacó en ‘Raíces: la nueva generación’ (secuela de la icónica serie) o el telefilm ‘Anastasia: el misterio de Ana’ (que le proporcionó su última nominación a los Globos de Oro).
Más allá de estos últimos trabajos, Olivia de Havilland acabó retirándose de la interpretación, disfrutando de su vida privada y de su familia (se casó dos veces y tuvo una hija) en París, donde residía desde los años 50.
Más allá de Melanie Hamilton
Los últimos años han proporcionado a De Havilland infinidad de homenajes, entre los que destacan un premio Cesar Honorífico en 2012 y la el título de Dama del Imperio Británico, que recibió en 2017.
Además, toda una nueva generación de cinéfilos puede que haya descubierto a De Havilland más allá de Melanie Hamilton gracias a la ya mencionada serie ‘Feud’.
Aunque en la serie no se retrata a De Havilland como mala persona, al parecer a la ya por entonces centenaria actriz no le hizo gracia el retrato que se hizo de ella en la ficción y dermandó a FX, aunque perdió la demanda.
Sólo algo más de dos décadas de actividad prolífica hicieron falta para que Olivia de Havilland sea recordada como una de las grandes estrellas del Hollywood de oro. Poco más de 20 años necesitó esa jovencita que iba para profesora para maravillar a todo el mundo gracias a su repetorio variado de heroínas. Además, su eterna rivalidad con su hermana Joan (a la que finalmente le ganó la batalla a la muerte, pues nos dejó en 2013) acrecentó la leyenda, que en el caso de las grandes estrellas clásicas del cine a menudo traspasa sus roles en el celuloide.
Se va una de las grandes. Se apaga la última estrella del Hollywood dorado. Descanse en paz, Olivia Mary de Havilland (1916-2020).