Durante los años 80, la otrora exitosa Disney vivía su época oscura. Nada hacía presagiar que la compañía animada volvería a sus años de gloria, pero nuevos aires en el estudio hicieron que eso sí fuese posible y que durante una década disfrutásemos de lo mejorcito de la animación de los 90 (con permiso del maestro Miyazaki).
Aunque la primera de esta nueva etapa fue ‘La Sirenita’ (1989) el filme que marcó un antes y un después en la factoría Disney sería su siguiente proyecto: ‘La Bella y la Bestia’. De nuevo se trataba de una adaptación de un cuento clásico, volvían a haber canciones, el manido ‘chico conoce a chica’ hacía acto de presencia…en fin, no había ruptura por ningún lado, pero a veces lo tradicional es lo que mejor funciona, y la producción dirigida por Gary Trousdale y Kirk Wise es, probablemente, una de las películas más redondas de Disney.
No es un filme que se adapte bien al 3D
Con motivo de su reestreno en salas, ahora en 3D, he podido volver a ver ‘La Bella y la Bestia’ en pantalla grande, 18 años después de la última vez que lo hice –aunque no han sido pocas las veces que la he visionado de nuevo en mi hogar-. Mi primera decepción vino al descubrir que esta nueva edición no incluye las escenas nuevas que sí que están presentes en el DVD y Blu-ray, como un número musical con los sirvientes de la Bestia como protagonistas…en fin, me tendré que comprar la edición que salió en noviembre para disfrutarlas.
La otra decepción tiene que ver con el 3D. Hay películas pensadas para esta tecnología –el caso de ‘Avatar’-, otras que sin aportar demasiado a nivel visual se ven obligadas a usarlo porque así lo exigen los nuevos tiempos –caso de las películas de Pixar- y otras que, sencillamente, aprovechan el filón para adaptarse de la más precaria de las maneras y hacer que paguemos unos 3 euros más de entrada, caso de ‘La Bella y la Bestia’. Exceptuando prólogo y fin con unos planos que nos recuerdan a esos cuentos troquelados que leíamos de pequeños y algún que otro efecto de lluvia, el 3D le está de más a esta producción, haciendo que llevar las gafas sea más un incordio que otra cosa. Pero centrémonos en la opinión de la película en sí.
Un clásico moderno con personajes inolvidables
Como decía, la grandeza de ‘La Bella y la Bestia’ es que, a pesar de tener un planteamiento completamente clásico, logra entretenernos y emocionarnos. Lo hace gracias a una estupenda construcción de personajes, pues todos y cada uno de ellos tienen forma y fondo -deudora de este tendencia es Pixar, no cabe duda. Primero está Bella, que es una joven que aspira a ver mundo y enriquecerse intelectualmente, no es sólo una cara bonita como las antiguas heroínas Disney, pues lo de encontrar al príncipe azul es algo secundario en su lista de prioridades.
Por otro lado la Bestia, que tiene mucho que aprender de Bella, y su evolución es de lo más interesante, de ser arrogante a persona que ve que la bondad proporciona las mayores recompensas. Por último Gastón, que aunque sea un malo sin remisión, representa algo que, en el fondo, vemos cada día en los medios de comunicación: el hombre vanidoso, adepto al culto al cuerpo, que es capaz de hacer lo que sea para lograr su objetivo, sin importarle las consecuencias… Vamos, que analizándolo fríamente no me parece ni mucho menos un villano plano.
Además de este trío de protagonistas, están los clásicos secundarios Disney, que en ‘La Bella y la Bestia’ logran más protagonismo y carisma que nunca: el trío Lumiere-Señora Potts-Din Don tiene algunas de las mejores líneas de diálogo y momentos musicales de la obra, y Lefou, el eterno “pelota” de Gastón, y el padre de Bella, aunque están menos perfilados, tienen entidad propia para que nos ríamos y compadezcamos del primero y suframos con el segundo.
Los números musicales, son una delicia
Estos personajes hacen que la historia de ‘La Bella y la Bestia’ pueda tener momentos realmente oscuros, que nos hacen regresar a la primera era dorada de Disney, cuando los villanos eran personajes muy siniestros. Ahí está el encuentro de Bella con los lobos, su descubrimiento del ala Oeste, el momento en que los aldeanos deciden atacar el castillo o la pelea final. Estas secuencias hacen que el resto, por mi edulcorado que sea, no resulte empalagoso, pues el equilibrio entre luz y oscuridad, entre comedia y drama, es el adecuado.
Cierto es que, a pesar de ello, la historia cae en los tópicos y en la moralina tan propia de Disney (¿cuántas veces hemos usado eso de que “La belleza está en el interior”?), cierto es que la película se toma licencias (¿cómo es que la gente del pueblo no se había percatado antes de que en medio del bosque había un enorme castillo?), pero como el producto que es, un filme para niños que tienen que ir acompañados de adultos a los que les gustaría no aburrirse, cumple y de sobras, esto es gracias a esta construcción de personajes y a, no me he olvidado, una partitura deliciosa, que como en la posterior ‘Aladdin’ es de las que más reminiscencias al musical Broadway tiene, en especial el increíble número ‘Qué Festín’, un auténtico placer audiovisual que llega a altas cotas, sólo igualadas, a mí parecer, en algún número de la ya citada ‘Aladdin’.
Pese a sus carencias, todavía se mantiene bien
Otra cosa que no se puede negar es que han pasado 19 años, cosa que se nota en la animación de algunas escenas, que lucen algo anticuadas hoy en día –y hablo de películas de animación 2D, no 3D-. El descuido en estas secuencias choca con otras como el citado ‘Qué Festín’ o el baile entre Bella y Bestia (por cierto, primera vez que Disney usó el ordenador para animar), donde cada detalle está cuidado al máximo. Pero este último punto reconozco que es propio de alguien que ha optado por mirar la película con lupa, así que supongo que ni los más fans de la película ni los niños de hoy en día sabrán sacarle esa punta.
Está claro que ‘La Bella y la Bestia’ es una película imperfecta, y eso se ve más con la perspectiva de los años, pero dado lo que significó en la historia de la animación y que, tras 18 años de su estreno español logra seguir entreteniendo sin necesidad de grandes alardes técnicos ni chistes tontos o referenciales, merece ser vista, tanto si la vemos con ojos infantiles u ojos adultos.
Mi puntuación: 8.5