Crítica de ‘Star Wars: Los últimos Jedi’

 
 


 

Después de ese torrente de emociones (para bien y para mal) que supuso ‘El despertar de la fuerza’, no éramos pocos los que esperábamos del siguiente episodio una propuesta más arriesgada y con más solidez que ese magnífico reboot encubierto que nos ofreció J.J. Abrams.

Una saga con un nuevo enfoque

Con Disney en el poder ejecutivo y Rian Johnson (‘Looper’) a los mandos escribiendo y dirigiendo este nuevo episodio que no sólo arriesga, sino que dinamita por completo muchos de los cimientos que parecían intocables de esta franquicia y que seguro indignarán al fan más purista.

¿Pero acaso ‘Star Wars’ pertenece al fandom? Alguno pensará que sí, pero al final el aficionado está completamente influenciado por el factor nostalgia y parece querer ver una y otra vez lo mismo. El fan se niega a que la saga también pueda tener otro enfoque tanto a nivel creativo como comercial, al fin y al cabo… evolucionar. En este sentido Johnson es osado y reta al espectador clásico, saltándose y modificando en ocasiones el “intocable” canon. El realizador demuestra que ‘Star Wars’, como otras famosas franquicias, también puede cambiar para volver a sorprender y emocionar al público.

A pesar de ello la estructura del filme no deja de ser clásica; tenemos tres tramas que se entrelazan entre sí en cuatro actos (porque efectivamente, hay dos clímax). Por un lado los caminos de Rey y Kylo, la fuga desesperada de los rebeldes y la aventura de Finn y Rose en el planeta casino. Aunque no todas las historias tienen el mismo interés, el montaje es ágil logrando un cierto equilibrio y eso proporciona un dinamismo a la película que la hace entretenida los 150 minutos de metraje.

 

Luke y los nuevos usos de la fuerza

Quizás el punto más conflictivo de este nuevo episodio tenga que ver con la nueva visión de la fuerza* y el tratamiento del personaje de Luke Skywalker. En la nueva percepción el concepto de “la fuerza” no es un poder que sólo está al alcance de los elegidos, sino que es un ente vivo que envuelve todo y por lo tanto puede estar al alcance de cualquiera (siempre que sea lo suficientemente hábil, como para percibir y tener afinidad con ella).

*Se trata de una re-interpretación un poco más alejada de planteamientos mesiánicos propios del cristianismo y más cercanos a la religiones y filosofías orientales. Este asunto, que si bien puede parecer una herejía, no sólo puede dar mucho juego en futuras sagas, sino que aporta unos valores mucho más optimista y edificante para una nueva generación de jóvenes espectadores de cualquier etnia y condición social. Si antes la premisa Jedi apuntaba al “hazlo o no lo hagas pero no lo intentes” ahora se reivindica el derecho a equivocarse, considerando el fracaso parte del aprendizaje vital.

En cuanto al tratamiento de Luke, cierto es que resulta chocante comprobar el cambio radical de su figura respecto a la trilogía clásica. Pero también lo es que el personaje ha envejecido y una vez descubrimos la traumática relación maestro-alumno con su sobrino Ben Solo, podemos comprender su comportamiento y el porqué se de su conversión en un ermitaño sin fe ni esperanza, lejos del héroe de antaño. De este modo se rompe el mito del Jedi como arrogante hombre de acción, deificado, humanizándolo hasta el punto de situarlo más cerca del guerrero espiritual, un sabio en conflicto interno permanente.

La esperada instrucción de Rey en Ahch-To, es utilizada para mostrar esta renovada visión y demostrar que el entrenamiento del Jedi más allá de habilidades físicas, tienen mucho que ver con el auto-conocimiento. Rey sigue buscando respuestas existenciales y a su vez va descubriendo su potencial, intentando comprender la compleja dualidad luz-oscuridad (y su balance). Además conecta espiritualmente con Ben/Kylo. Este encuentro también resulta un punto de inflexión para el propio Luke, que parece despertar de ese letargo auto-impuesto, alejado por “motu” propio de los devenires de la fuerza, algo que da respuesta a su inacción durante el anterior episodio.

 

Analizando al bando aliado

En este sentido, se nota que Mark Hamill llevaba años esperando para volver a este papel y a pesar de que incluso él mismo esperaba otro destino para Luke, su interpretación queda fuera de toda duda. Hamill ofrece su mejor nivel y aporta ese “plus” de veteranía que también vimos en Harrison Ford en ‘El despertar de la fuerza’ en la piel de Solo.

Daisy Ridley está en la línea del anterior filme, siendo de las caras nuevas la que más convence al público. En este episodio VIII, aunque su personaje no evoluciona tanto como debería, se confirma como la sucesora del legado Jedi para continuar el sempiterno camino del héroe.

 

Leia, más presente que nunca

Carrie Fisher es una de las mayores sorpresas positivas del filme, no sólo por su participación e importancia, sino por la gran evolución que muestra su personaje. Se erige como la auténtica líder de los rebeldes, demostrando que la fuerza es intensa en ella. Sí, es cierto que la forma en que se muestra resulta algo desafortunada (incluso decepcionante, hasta ridícula), pero la forma es una anécdota ya que en el fondo tiene su lógica que siendo hermana del maestro Jedi vivo más poderoso también pueda exhibir tal poder.

Del resto de personajes importantes, esperábamos un avance tanto en Poe Dameron como Finn. Y existe, sobre todo lo vislumbramos en el interpretado por Oscar Isaac, el cual al principio es un piloto impetuoso (casi kamikaze) que acaba madurando para postularse como uno de los futuros líderes de la resistencia. Dameron y Leia, junto a la vice-almirante Holdo (Laura Dern) sostienen todo el peso del segmento de la trama respecto a la resistencia rebelde, donde se viven auténticas situaciones de supervivencia al límite.

En cambio Finn sigue inmerso en su rol de secundario cómico. Aunque John Boyega tiene presencia, sufre el infortunio de acompañar a la prescindible Rose (Kelly Marie Tran) y de aparecer en el segmento más endeble del filme, situado en Canto Bight, esa especie de principado de Mónaco en versión Star Wars. Mejor ni mencionamos al decodificador “DJ”, interpretado por Benicio Del Toro, un personaje realmente desaprovechado, y a años luz del Lando del ‘Imperio Contraataca’ si es que resultaba ser un equivalente.

 

El bando enemigo no está a la altura

Por otro lado Adam Driver, que como villano dividía al público en ‘El despertar de la fuerza’, sigue su firme evolución como ese antagonista complejo y lleno de contradicciones que ya se vislumbraba en el anterior filme. Kylo-Ren es el reverso y complemento perfecto para el personaje de Rey, el vínculo entre ambos se estrecha, resultando fundamental en el devenir de la trama. (Es imprescindible contemplar a este actor en versión original, porque su voz es pieza clave en su interpretación).

Mucho más desafortunado queda el papel de los miembros de la teóricamente temible Primera Orden. Desde el líder supremo Snoke, hasta el último de sus soldados, pese a tener a la rebelión en jaque, no dan muestras de un mínimo de intimidación ni estrategia bélica.

Escuecen especialmente los casos del general Hux y la Capitana Phasma, interpretados por Domhnall Gleeson y Gwendoline Christie respectivamente. No sólo no impresionan, sino que quedan absolutamente ridiculizados en cada fotograma que aparecen en pantalla.

 

Aprendiendo del fracaso

A pesar de algunos errores y riesgos, la cinta contiene todos los elementos de una película de ‘Star Wars’; la lucha de sables láser, batallas de naves, el halcón milenario, droides y criaturas espaciales. Todo en un marco de aventuras, no exentas de epicidad y donde cobran gran importancia las relaciones entre los personajes principales.

Es cierto que Rian Johnson se marca sus licencias e intenta aportar cosas nuevas, incluyendo algún gag prescindible (algo que no es nuevo en la franquicia) lanzando guiños a otras sagas de ciencia-ficción tan diferentes como ‘Battlestar Galáctica’, o incluso cintas Marvel como ‘Guardianes de la Galaxia’. Pero sin duda narrativamente hablando (y viéndola sin fanatismos) su episodio resulta uno de los más sólidos de la saga.

Además, aunque no lo parezca, tampoco se olvida del Star Wars clásico. Especialmente en todo lo referente a la trama de Rey, que a nivel de estructura argumental se asemeja a varios sucesos que vimos en los episodios V y VI, pero sin ser un calco tan obvio como vimos en el filme de J.J. Abrams.

 

Conclusiones finales

En definitiva, ‘Star Wars: Los últimos Jedi’ es un filme que por momentos resulta irregular y sin ningún ápice de querer contentar a la comunidad de fans y expertos de la saga. Quizás tristemente caerá en la polémica por eso, y porque a pesar de ser una película “puente” cierra la mayoría de tramas que se abrieron en “el despertar de la fuerza”.

Pero también es indudable es que este episodio VIII está bien escrito, posee equilibrio narrativo, es dinámico y espectacular a nivel visual. Además deja un par de secuencias realmente brillantes (el encuentro/duelo con Snoke y la secuencia final en el planeta Crait) que quedarán grabadas a fuego en la historia de la saga.

Está claro que con esta nueva visión de Star Wars, Disney apuesta definitivamente por una renovación generacional sin complejos. Algo que se ejemplifica en esa simbólica escena final con el niño esclavo que empuña la escoba como una espada mirando esperanzado por un futuro en el que poder conquistar las estrellas.

¿Será este filme la chispa que encienda el futuro de la franquicia? El tiempo, sabio es.

 
 

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