‘El discurso del rey’. Opinión

 

Delante del micrófono

Lo de los Oscars de Hollywood va por corrientes. Hay el año que toca premiar al David que se enfrenta al Goliat (‘En tierra hostil‘ tumbó a ‘Avatar’), otros en que apetece galardonar la “denuncia social” (‘Slumdog Millionaire’), otros tantos en que se reconocer el largo trabajo de un director porque “se lo debían” y con una película “menor” (‘Infiltrados’), y otros más en que la Academia opta por ser políticamente correcta. Este año se ha dado el último caso al premiar ‘El discurso del rey‘, que si bien, ni mucho menos, es una mala película, tiene una concepción que no arriesga un ápice, como sí lo hacen ‘Cisne Negro’, ‘La red social’ o ‘Origen.

‘El discurso del rey’ parte de una base real: el problema del rey George VI de Inglaterra (el padre de la actual reina Isabel II), que le obligó a buscar ayuda en un especialista en problemas del habla para superar su tartamudez y acabar ofreciendo uno de los discursos con más fuerza que se recuerdan, con tal de animar a su nación ante la triste contienda de la Segunda Guerra Mundial. Con esta premisa, que sabemos cómo acaba (y si no, nos lo suponemos), es difícil impresionar o sorprender al espectador, pero es que eso no es lo que pretende ‘El discurso del rey’.

 

Practicando

Una cinta con aspecto tradicional

Con esta película del hasta ahora poco conocido Tom Hooper, no se puede negar que el cine más clásico es necesario y estimulante. La mayoría de espectadores necesitamos de vez en cuando de guiones sólidos sin ruptura narrativa, de películas de una planificación de cámara de las de entonces, de interpretaciones comedidas y ejemplares. Todo esto lo tiene ‘El discurso del rey’: una narrativa clásica, con buen tempo y eficiente; un trabajo de cámara, dirección de fotografía -aunque para mi gusto se abuse del gran angular- y dirección artística ejemplares  y, por supuesto unas grandes interpretaciones, con un Colin Firth, creíble y prudente, sin atisbos de histrionismo, y un Geoffrey Rush grandioso, realmente cómodo en un papel que es un caramelo para cualquier actor. Esta corrección y ejemplaridad se puede aplicar también a la banda sonora, al trabajo de ambientación de la época o a la iluminación.

¿Si toda la maquinaria funciona, cuál es el problema? Pues que la perfección técnica no libra al ‘El discurso del rey’ de estar falto de alma. No lo niego, hay momentos de emoción y tensión (sobre todo cuando Bertie, el rey, se pone delante de un micrófono, o sus discusiones con su preparador), pero en general, la película es un tanto aséptica, las acciones pasan delante nuestro, no nos producen bostezos, pero tampoco nos levantan pasiones.

 

Amor real

Impresiones finales

‘El discurso del rey’ está inteligentemente programada, más que para gustar, para no desagradar, ni incomodar. Saldremos del cine con una sonrisa, con una probable cara de satisfacción, pero no nos habrá dejado huella, ni tendremos la sensación de haber visto esa gran película multi-premiada de la que todos hablan. O al menos esta es mi modesta opinión. Tanto si estás a favor como en contra, me encantaría que compartieses con nosotros tus impresiones.

 

Mi puntuación: 7.5

 

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Un comentario sobre «‘El discurso del rey’. Opinión»

  1. El discurso del Rey ….. El discurso del Amo

    Cuando el amo no puede hacer uso de su discurso, cuando no le es posible ejercer su voz de mando, de liderar un pueblo para mantenerlo unido y esperanzado, sobre todo en época de guerra, el amo está en problemas. De esto se trata este film,  un amo que no puede hacer uso de su poder, un amo que tartamudea.

    Y este rey perdió su (dis)-curso de Amo, y está en graves problemas porque como nos dice Lacan lo único que sabe el amo es mandar.

    Esta es la historia, o mejor dicho, una linda versión de la historia de un duque que  escapa sentarse al trono, y cuando tiene que dirigir su palabra a los otros se topa con su tartamudez. En su entorno, en especial su esposa, no hace comentarios en tono de burla de su minusvalía. Incluso el pueblo se mira en silencio  y nadie se ríe,  ante el vacío  que deja la ausencia de su voz.

    Frente a la muerte de su padre, los problemas  se precipitan y debe tomar una decisión, pues su hermano no desea  ocupar el lugar de  rey, entretenido en asuntos de amores renuncia y el protagonista queda  obligado asumir como tal.

    Entonces, su esposa se contacta con un profesional del habla. Aquí comienza el festín para el oído del psicoanalista, pues este señor al que se le suponía un saber acerca de las dificultades del habla se las ingenió para permanecer en su consultorio, en su lugar, un lugar que en cierto modo intentaba ubicar al rey fuera de su trono,  y que debía respetar sus condiciones. Podríamos decir que el tratamiento comienza desde el momento en que la consulta la hace su esposa, queriendo ésta convertir al profesional del habla en “delivery” del palacio.

    En el primer encuentro parce no prosperar, pero el rey se lleva su voz que le viene desde afuera, grabada sin tartamudear. Es que cuando uno se puede escuchar, entonces,  es posible estar de otro modo, se puede decir lo que no se podía o callar lo que no se podía dejar de decir.

     El rey  comienza los encuentros en la morada del excéntrico profesional, de a poco baja sus ínfulas. Los diferentes acontecimientos que sacudieron al rey lo hicieron más permeable en los encuentros con el profesor, como por ejemplo el relato de sus traumas e iniciación de su tartamudez.

                  Gran parte o casi todo el tratamiento, se basó en un asunto de mecánica, de ejercicios para  facilitar, agilizar y mejorar el cuerpo a fines de la voz, se ridiculiza  lo real, como el que tiene miedo a las víboras, donde. le recetan ejercicios con víboras de goma primero y reales después hasta lograr un “usted puede”, eliminando sugestivamente un objeto de temor, creyendo que se trataba de eso.

    La relación comienza a girar en torno a una posición especular, de cierta paridad, de igualdad. En los diferentes momentos del film se asiste a los “va y vienes” de los altibajos de los títulos, de los lugares de prestigio social, incluso en al final de la película se mencionan los títulos otorgados por el rey a su partenaire.

    Otra característica del sujeto de este film es que gracias a los artilugios del director los momentos en que debe dar un discurso acompañado por la música o el silencio permite que uno se identifique con ese minusválido. Pero en otros momentos se lo puede percibir, distante, con la altura que en este caso uno podría adjudicarle a un monarca.

    El doctor no se mosqueó cuando fue puesto al descubierto, de su falta de títulos y esto de alguna manera, le permitió al rey hacer la misma jugada y tomar como un semblante el lugar del trono.

    Finalmente, ¿cuánto dura el tratamiento del habla?, porque los psicoanalistas tratamos con el decir del sujeto, y si su síntoma está ubicado allí justo en el tartamudear ¿debería ver al profesional cada vez que tenga que hablar en público?,  ¿seguir la relación indefinidamente? o ¿tan solo la relación de amistad para siempre?            

    La película gira en torno a este síntoma que lleva a dos hombres entrelazar una serie de síntomas tanto del lado del doctor como del rey, y estos dos actores por momentos logran quebrar la vidriera del protocolo y circular por una suerte de amistad.

    Este hombre, que no  puede dejar de tartamudear, hasta antes de la llegada del profesor chiflado, no deja de ser atendido como un rey, y ese actor maduro halla una diferencia,  para con- mover algo.

    Para nuestra cultura no es tan accesible asimilar las aventuras y desventuras de un rey, lo máximo a lo que nos hemos aproximado, fue a los Reyes magos, pero acá el rey-es mago ya que termina haciendo polvo su tartamudez, bueno me corrijo tan solo lo controla, una neurosis controlada, dominada, manejada, equilibrada.

    El final es triste si uno escucha ese “míreme a mí”, por su-puesto un especialista en oratoria  diría hay que mirar un punto, dirigir la mirada a un punto fijo, pero acá el punto es que, ese otro hace de soporte, sostiene el peso de un síntoma con la mirada, y “una mirada suya” si no bastara para sanarlo, bastará para sacarlo del apuro.

    El camino que propone recorrer el psicoanálisis se transita con la asunción de la implicación en aquello que lo hace sufrir.  El camino intenta desembocar en adueñarse de las palabras que marcaron al sujeto. Teniendo en cuenta este Rey con la voz entre-cortada podríamos decir, que su conquista es llegar a tener una voz propia, un estilo de vivir propio.

    Esta película propone una superación personal y si sigue esa propuesta la película no trastabillea. Y nos convoca sobre un decir.

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