“El cine dentro del cine” es un recurso cinematográfico con el que han coqueteado numerosos directores. La última que ha caído rendida ante esta manera de homenajear su oficio es Icíar Bollaín, que con ‘También la lluvia’, título que huele a unos cuantos Goya, ha hecho su película más grande.
Grande, por supuesto, por su doble despliegue de medios –el de su película, y el de la película dentro de ésta- pero también por su tono combativo, por su valentía al relatar un suceso social que nos queda lejos pero que no es más que un ejemplo ilustrado de las injusticias que cada día cometen los poderosos contra la población de a pie. Y aunque estamos ante lo que vulgarmente se denomina “cine social” (no es casualidad que el guionista de ‘También la lluvia’ sea Paul Laverty, habitual del cine de Ken Loach), la película de Bollaín no se queda estancada en ello, y a pesar de la profundidad de su mensaje resulta intensa y entretenida.
Lo hace gracias a unos personajes que, a pesar de sus diferentes maneras de pensar, que podemos comprender. Del director empecinado en acabar su película (Gael García Bernal) a cualquier precio al productor que sin comerlo ni beberlo se involucra en el conflicto social (Luís Tosar, siempre grande), pasando por ese padre de familia sufridor dentro y fuera del celuloide (Juan Carlos Aduviri, la revelación de la película) y por un actor pasado de vueltas, como un Klaus Kinski en su época Herzog pero que resulta ser el único que suelta verdades como puños (un Karra Elejalde menos sobreactuado que de costumbre, cosa curiosa). Todos tienen razones poderosas para actuar como lo hacen.
Reflejando crudas realidades
Sin confundir al espectador, Bollaín mezcla las dos narraciones, la de la película que vemos y la película que se filma, y se nutre de ello para explicar dos conflictos con paralelismos, demasiados paralelismos. Quinientos años de diferencia para ver que aunque hay cosas que cambian, los abusos de poder, el querer explotar porque sí los bienes ajenos, son casi lo mismo ahora que en la época de Cristobal Colón.
‘También la lluvia’ es una crítica al abuso de poder, eso es obvio, así como una narración sobre aquello de perseguir tus sueños y ser fiel a tus ideales a cualquier precio (ya sean los de un director de cine ante el filme de su vida o los de un hombre que defiende los derechos vitales de su comunidad), pero si rizamos el rizo, la película podría ser una crítica sobre sí misma, o por lo menos, una manera de dar pistas sobre su propio desarrollo. En el fondo Bollaín es ese director del filme, pues con ‘También la lluvia’ ha hecho su obra más ambiciosa, en país extranjero, con medios económicos, cientos de extras y, seguramente, un buen puñado de problemas en la producción.
Ese es el gran encanto de la película, jugar con hasta tres capas narrativas sin resultar confusa, pedante o aburrida, además de mostrar un conflicto actual con consecuencias funestas sin caer ni en la lágrima fácil ni en la narración de tono documental.
Cine con el que se puede aprender
Se puede hacer “cine social” para las masas, se puede educar entreteniendo, se puede emocionar documentando realidades, se puede hablar de la pasión de uno –en este caso el cine- sin caer en la auto-complacencia. Sí, se puede, e Icíar Bollaín y Paul Laverty lo han logrado con una película, que como digo, me huele a unos cuantos (y merecidos) Goya.
Mi puntuación: 8.5
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