Hablamos de… ‘Animales Nocturnos’

 
El poder de la narración, ya sea en formato cinematográfico o literario, es que juega con historias ficticias que nos pueden llevar a un profundo viaje interior y hacerlas propias. Muchas de estas tramas se centran en lugares tan comunes como inevitablemente humanos.

No hay que olvidar que detrás de ellas existe un creador. Un artista, con sus inquietudes y miedos tan corrientes y personales como cualquier espectador o lector. Las tramas y vías narrativas de ‘Animales nocturnos’ encajan perfectamente en esta reflexión, y van un paso más allá.
 
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Del autor, Tom Ford (‘Un hombre soltero’) conocemos su gusto por lo estético (además de realizador, se trata de un diseñador de moda de éxito internacional). Este hecho nos viene decir, que nos espera un “espectáculo” que lejos de maravillarnos a la vista, nos va a remover por dentro.

De ahí su arranque, que se mueve entre lo inconcertante y lo grotesco: varias sexagénarias obesas practicamente desnudas (únicamente ataviadas con elementos de majorette) bailando a cámara lenta al compás de las notas del compositor polaco Abel Korzeniowski.

Los monstruos internos del artista

 
novelaLa película, que adapta la novela (‘Tony and Susan’) de Austin Wright, nos narra la vida de Susan Morrow (Amy Adams), una artista bella y ambiciosa, que tras abandonar a su primer marido, Tony (Jake Gyllenhaal), un escritor de poca monta, vive un segundo matrimonio con un apuesto hombre de negocios (Armie Hammer), con el que tiene una hija en común.

Sin embargo Susan nota que su vida va en un sentido en el que no se siente ni cómoda, ni feliz (y además es insomne). Un día recibe un paquete que en realidad se trata de la primera novela de su ex, titulada: ‘Animales nocturnos’. Su lectura la removerá hasta límites que ni ella misma sospecha.

Ford diseña un drama complejo e introspectivo donde la narrativa está estructurada como varios caminos entrecruzados y con diferentes desvíos. Por un lado nos muestra el presente, con una Susan atrapada en una vida de clase alta, llena de lujos pero a su vez, vacua, sin estímulos y atormentada. El pasado, que se nos representa mediante oportunos flashbacks, se centra en la relación entre Susan y Tony, y los motivos de su separación.

Finalmente, tenemos la trama que nos introduce en la novela de Tony a través de la mirada y pensamientos de Susan. Con el transcurso de las líneas narrativas percibimos que en realidad todas las subtramas están ligadas estrechamente. Y no solo eso, evidencian la metamorfosis de los dos personajes principales.
 
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Escalofrío en la noche

 
El texto de la novela en realidad que lee Susan, se convierte en un filme dentro de otro filme. Lo que en realidad Susan proyecta desde su imaginación, es un ejercicio de metalenguaje fílmico de lo más interesante. En este sentido, la apuesta narrativa y dramática de Ford le acerca al mejor Almodóvar. Esto se vislumbra en matices artísticos y visuales, como el juego de contrastes de color e incluso la partitura de Korzeniowski por momentos nos recuerda a las melodías de Alberto Iglesias.

El protagonista de la historia escrita en realidad es el propio autor, a ojos de Susan. En cambio, su ex-novia la visualiza en la figura de otra mujer. En este punto cabe destacar el trabajo en dirección de fotografía de Seamus McGarvey. Ambientado en la excelencia, que nos mueve desde la pomposidad y artificialidad de las galerías y edificios de las urbes de alta sociedad, a los arenosos e inhóspitos parajes rurales del relato escrito.

En la novela de Tony, Susan nos relata la historia de Edward (Gyllenhaal) y su familia, compuesta por su hija adolescente, India (Ellie Bamber) y su mujer, Laura (Isla Fisher). Edward conduce con ellas por una oscura y solitaria carretera texana, en un punto remoto donde tan siquiera existe cobertura en los móviles, algo que aprovechan unos jóvenes fanfarrones lugareños para acosarles y pondrá a prueba la entereza de Edward.

Este segmento de la historia es fundamental, ya que nos implica como espectadores directamente. Ford consigue angustiarnos y ponernos en la piel de su personaje principal, para preguntarnos cómo actuaríamos en su lugar. En realidad la trama de la novela se convierte en un arma arrojadiza, cuanto más nos sumergimos en la historia (al igual que Susan) más descubrimos que todo lo que sucede en ella guarda una estrecha relación con los sentimientos y pasiones de su autor.
 
_DSC5202_R Academy Award nominee Jake Gyllenhaal portrays Tony Hastings in writer/director Tom Ford’s romantic thriller NOCTURNAL ANIMALS, a Universal Pictures International release. Credit: Merrick Morton/Universal Pictures International

Intérpretes que ofrecen su mejor registro

 
La tristeza que emana el personaje de Susan, la sensibilidad y aparente fragilidad de Tony, el amilanamiento de su “alter ego” en la novela… todo ello queda excelentemente plasmado en pantalla tanto por Amy Adams como Jake Gyllenhaal que confirman su talento interpretativo (más incluso en el caso de Gyllenhaal, multiplicándose, y entregado al máximo en el rol de ese padre de familia desesperado del relato metaficcional).

En cuanto a los secundarios: Michael Shannon está impecable como el teniente Bobby Andes, todo un arquetipo de policia crepuscular, con valores tradicionales, su sombrero de Cowboy y su cigarrillo siempre entre dientes. Algo así como una versión ‘redneck’ del Harry Callahan de Don Siegel. Un cómplice para Edward en el último tercio de la novela, donde los conceptos de venganza y justicia cobran sentido.

Del mismo modo brilla un irreconocible Aaron Taylor Johnson, que cuelga las mallas de superhéroe marveliano, para entrar en el rol de Ray Marcus, un despreciable y mezquino macarra pueblerino.
 
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Las decisiones nos definen

 
En definitiva, Tom Ford traza un drama perverso y angustioso, donde fabula sobre las consecuencias fatales (y daños colaterales) que pueden tener algunas decisiones que tomamos en la vida, que en múltiples ocasiones enfrentan el éxito profesional con las relaciones personales.

El realizador apunta alto con un plan maquiavélico de capas ficcionales y aunque no todos los segmentos son igual de interesantes y equilibrados, consigue atraparnos (y convertirnos en espectadores “activos”) hasta el final, gracias al poder de la narración. El autor se sustenta en la idea de la culpabilidad, una extraña guía de viaje que nos puede llevar por caminos oscuros, solitarios y tortuosos.

 

Lo mejor:

  • La narración y sus diferentes caminos multifficcionales.
  • La puesta en escena de Tom Ford.
  • Los intérpretes, sin excepción, pero con Gyllenhaal en cabeza.

 

Lo peor:

  • Deja algun cabo suelto.
  • Ni un ápice de sentido del humor.

 

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