Hablamos de… Infierno Azul

 
 

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El Tiburón de Steven Spielberg (1975) sigue siendo una de esas películas que no solo marcaron a toda una generación, que desde el momento que la vió, desarrolló un pánico al mar y al citado animal, hasta límites insospechados. Sino que también inspiró a numerosos cineastas que la tienen como un referente en la concepción del suspense y el terror.

Cuarenta años más tarde, todavía tenemos películas cuya trama gira entorno a un escualo asesino. Sin embargo la propuesta de Jaume Collet Serra (Una noche para sobrevivir), a pesar de contar con un presupuesto considerable, no pretende traspasar la pantalla ni se referente de nada, simplemente entretener durante hora y media.

No te alejes demasiado

 
En Infierno Azul tenemos como protagonista a Nancy, una joven estudiante de medicina, que decide irse a una solitaria playa de la costa mejicana a surfear y de paso superar la pérdida de su madre, fallecida a causa de un cáncer. El problema lo encontrará cuando, descubra que se encuentra en medio de una zona de caza de un enorme tiburón blanco, que no dudará en atacarla como si fuera un manjar más.

Los primeros compases del filme están dedicados a la presentación de Nancy, interpretada por la interesante Blake Lively (El secreto de Adaline) y sus habilidades en la tabla de surf. De este modo somos presentes a todo un espectacular videoclip de escenas de surfing, con cámaras superlentas y bellísimos planos de la costa del pacífico, un relleno argumental que como mínimo no daña la vista.
 
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Carrera contrarreloj en la cual la meta es sobrevivir

 
Un ambiente paradisíaco que se corta de golpe tras la aparición de The Great White, y la cinta pasa a convertirse en un auténtico tour de force, donde cada detalle cuenta para sobrevivir.

Un acto realmente conseguido, ya que la tensión y el suspense se dan de la mano con eficacia. Collet-Serra, un realizador que ha labrado su carrera en Hollywood en el género del thriller de acción, demuestra ser hábil en estos lares, haciéndonos padecer y comprometernos por el estado de Nancy, que sufre lo indecible la sobrevivir al primer ataque del terrible animal.   

La película no es ajena a las nuevas tecnologías, que ocupan un importante espacio en el filme, en el campo de la comunicación, y es que, no se puede obviar que en la actualidad, aunque estemos en la playa más apartada del planeta, estamos “conectados” y por tanto localizables para el resto del mundo. En esta era, todavía existen terrores ancestrales que no podemos controlar del todo, pero al menos disponemos de elementos que pueden ser de ayuda (llámense teléfonos móviles, o cámaras Gopro) que podemos utilizar en nuestro beneficio, en este sentido el filme se posiciona claramente a favor.
 

 

Un final “made in Hollywood”

 
Finalmente, llegamos al intenso acto final, en el que somos presentes de la magnitud y peligro del tiburón, ya que consigue nuevas presas para alimentar un hambre que no logra saciar. El monstruo se hace visible, y quizás somos presentes al tiburón mejor recreado vía animación CGI en una pantalla de cine, un auténtico calco de sus homónimos vistos en documentales del National Geografic. (¡Qué tiempos aquellos que se usaban animatronics en el cine!).

Sin embargo llegados a este punto, el director de La huérfana apuesta por un desenlace efectista de cara al público, y debido a esto, la supuesta valentía y reafirmación de Nancy como una luchadora nata, llega a unos extremos que la convierten prácticamente en un heroína de cómic. Y al más puro estilo Wonder Woman se enfrenta de tú a tú a todo un tiburón blanco en un medio donde tiene todas las de perder.

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Sin duda este último tercio es bastante inverosímil y hasta cierto punto predecible, pero aún y así el conjunto del filme es lo suficientemente salvable como para que, rememorando los tiempos del ‘Tiburón’ de Spielberg, estemos un tiempo más pisando las playas sin alejarnos de la orilla.

 

Lo mejor:

  • Su eficacia para sus pocas pretensiones.
  • La recreación del tiburón.
  • La actuación de Blake Lively.

 

Lo peor:

  • La escasa aportación de los secundarios.
  • Su inverosimil acto final.

 
 

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