‘Joker’, la broma asesina de Todd Phillips

Joaquin Phoenix sonrisa amarga

El Joker ya es a día de hoy uno de los personajes más perturbadores, interesantes y enigmáticos no solo del universo cómic, sino de la cultura popular. Si bien varios autores han dado su propia versión del origen en el mundo del papel, en general siempre ha sido un sujeto con un halo de misterio del cual no se ha desprendido.

“Prefiero ser rey por un día que bufón toda la vida”, esta frase de Rupert Pupkin protagonista de ‘El rey de la comedia’ (1982), es casi una declaración de intenciones del propio realizador, Todd Phillips. Conocido por todos por comedias de humor grosero como la popular franquicia ‘Resacón en Las Vegas’, con este título no solo cambia radicalmente de registro sino que, visto el enfoque y la manera de contar esta historia, parece que sus aspiraciones van más allá de entretener al público, y entrar directo en el olimpo del séptimo arte.

‘Joker’ de Phillips se autodefine como un “One Shot” fílmico que a pesar de ser una producción con el sello DC/Warner se viste de película de autor con un tono extremadamente realista y toma su propio camino. Destinada a hacer brotar ríos de bilis virtuales en esta era de opiniones polarizadas, la cinta ni siquiera parece interesada en ser fiel a ninguna de las historias publicadas en viñeta, simplemente toma prestados su universo y los elementos para fluir independientemente.

Arthur Fleck en terapia

“Solía pensar que mi vida era una tragedia, pero ahora me doy cuenta de que es una comedia”.

La trama sigue a Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), un tipo que trabaja de payaso profesional en curros de mala muerte y cuida de su madre enferma mientras sueña con ser un gran comediante en la ciudad de Gotham (urbe muy parecida al Nueva York de principios de los ochenta). Arthur padece una patología que le hace reír compulsivamente cuando sufre algún vaivén emocional, va a terapia y se medica, pero paulatinamente su estado irá empeorando cuando una serie de trágicos sucesos le empiecen a superar.

Aunque ‘Joker’ es un filme plausible en muchos aspectos, especialmente en la dirección de intérpretes y aspectos técnicos; la ambientación de Gotham, una deliciosa banda sonora con temas que van desde Nat King ColeFrank Sinatra, Cream, The Guess Who, Johnny Cash a Nina Simone, la vigorosa fotografía de Lawrence Serr o la música envolvente de Hildur Guðnadóttir, en nuestra opinión no es ni mucho menos lo suficientemente transgresora, original o sólida como para calificarse de obra maestra. Quizás si pueda estar en un top de cine actual o de filmes de personajes de cómic -aunque ni siquiera es tan amena u honesta como la mayoría de producciones de está índole como para lograrlo-.

Joaquín Phoenix, eso sí, merece una opinión al margen, ya que su excelsa interpretación está fuera de toda duda. Teniendo en cuenta que todo gravita su alrededor, consigue sorprender con un personaje tan trillado y elevar la calidad del producto final siendo ese dedo que en ocasiones señala y tapa la luna. Todo lo que sucede en esta Gotham decadente pasa a un segundo plano gracias a un Phoenix que está comprometido con su personaje hasta el límite, y aunque las comparaciones más odiosas lo equiparan al Joker de Heath Ledger, Phoenix va un paso más allá en cuanto a gestualización, registros dramáticos e interpretación física. Y que decir de esa risa nerviosa… nos hiela la sangre.

Arthur Fleck se maquilla

“La peor parte de tener una enfermedad mental es que la gente espera que actúes como si no la tuvieras”.

Phoenix es un actor con tablas en retratar personajes taciturnos, desquiciados, maltratados por la vida, y esa experiencia se ve en cada plano de esta película. Arthur es presentado como víctima de una sociedad injusta y cruel, aquejado de problemas mentales, es un tipo con múltiples carencias afectivas y en busca de una identidad propia. Phoenix arriesga mucho sin caer en la sobreactuación y nos arrastra a sentir, respirar y sufrir como lo hace su personaje. La evidencia definitiva de que estamos ante una interpretación inmensa llega en cuanto comprobamos que entre el Arthur Fleck del inicio y el Joker del final… existe un abismo en medio.

En cuanto a la dirección de Phillips, parece muy empeñado en mostrar la parte más humana de un personaje tan poderoso como este, aunque sea reinterpretando su génesis en un formato tan particular como el drama psicológico. Sin embargo, el realizador también pretende realizar una obra de estilo, y se regala con un sinfín de planos de poder visual incuestionable, pero que sólo son reiterativos a nivel narrativo. Además, flota en el ambiente cierto subtexto político, que nos alecciona sobre los males una sociedad enferma contaminada por el egoísmo, la diferencia de clases y la obcecación por el éxito. Pero estos conceptos no están los suficientemente cimentados a diferencia del trabajo de Phoenix.

El argumento traza estos temas tan relevantes de un modo un tanto superficial, sin profundizar, ni matizar. Lo que sucede en Gotham es extremadamente grave, pero ni nos incomoda, ni nos angustia… al final, nos es indiferente porque el filme está focalizado en el resultante del drama personal de Arthur Fleck. Cuanto más adentramos y creemos en la dura realidad de su protagonista, más irreal nos parece todo lo que le rodea.

Arthur ríe compulsivamente en el metro

“¿Qué es lo que obtienes cuando te cruzas con un solitario enfermo mental en una sociedad que lo abandona y lo trata como basura?”

Phillips no sabe bien cómo justificar ese universo malsano que flota en el ambiente, casi como una maldición, y prefiere usar ese tiempo de metraje en recrear a la perfección un periodo, en un contexto muy determinado. ¿Y de qué modo? Pues rindiendo sospechosos homenajes al mejor Martin Scorsese, con escenas calcadas de ‘Taxi Driver’ (1976), ‘Toro Salvaje’ (1980) o ‘El rey de la comedia’ (1982). Este Arthur Fleck se alimenta claramente de la esencia de esos personajes marginados y repudiados socialmente como fueron Travis Bickle, Rupert Pupkin o Jake LaMotta -también es cierto que puestos a “reinterpretar”, hazlo del mejor-.

La cinta también bebe de otros filmes tan singulares como fueron ‘Network, un mundo implacable’ (1976), ‘Tarde de perros’ (1975) o Alguién voló sobre el nido del cuco’ (1975). Estas películas emblemáticas e icónicas fueron fruto de su época en un tiempo de cierta libertad y valentía creativa en Hollywood, lejos del conservadurismo actual.

No queremos decir que ‘Joker’ no tenga personalidad propia, pero con tantas referencias el guión se enreda y se convierte en un pastiche de ideas que aunque son arrebatadoras, no acaban de cohesionar. Y más si cabe si le sumamos la subtrama que hace alusión al universo Batman. Las escenas donde aparece la familia Wayne están tan forzadas que cuesta encajarlas con el arco dramático de Arthur. Uno se pregunta si era necesario que aparecieran, si es que realmente en el futuro no va a existir una relación con el nuevo hombre-murciélago o una continuidad en el Universo Cinematográfico de DC.

Arthur apaleado en la calle

“¿Tienes pensamientos negativos?” Todo lo que tengo son pensamientos negativos”

Pero no queremos ser injustos, porque la cinta alberga también grandes momentos, no sólo amparados en la interpretación de Phoenix, sino también en sus secundarios, que hubieran merecido más tiempo en pantalla: las escenas que Arthur comparte junto a Penny Fleck, su madre enferma -encarnada por Frances Conroy (‘A dos metros bajo tierra’), siempre que irrumpe Robert De Niro, en la piel del cínico showman televisivo Murray Franklin; desde la primera ensoñación de Fleck junto a él, donde le espeta ese “cambiaría todo mi éxito por tener un hijo como tú” hasta la tensa entrevista final que realiza a un autorealizado Joker en su late night.  Y como no… todas aquellas secuencias donde aparece el polémico revólver y todo lo que se desata cuando el protagonista decide empoderarse y usarlo a su favor*.

*En este sentido, la cinta ha sembrado polémica por el hecho que pueda “inspirar” a algún demente a cometer una locura. Como siempre, es un debate mal enfocado y que solo busca culpables donde no los hay. Si bien en el filme se puede percibir cierta concepción banal de la violencia (amparándose en el pretexto del sello DC) y arroja mensajes confusos y peligrosos respecto a los conflictos sociales y la respuesta ante ellos… no podemos censurar una obra cinematográfica por muy reaccionaria y/o irresponsable que pueda ser su visión.

A pesar de estos magníficos highlights, ‘Joker’ deja muchas preguntas que quedan en el aire: ¿Está justificada la revolución violenta de los payasos? ¿Es lícito a la larga portar armas de fuego?¿Es lógico encumbrar a un tipo moralmente detestable como el Joker, aunque lo comprendas y empatices?¿Puede ser todo la ilusión de un maníaco?.

Joker a punto de entrar en escena

“Mi madre siempre me dice que sonría y ponga una cara feliz. Ella me dijo que tenía un propósito: traer risas y alegría al mundo”.

En definitiva, estamos ante una pieza única que no deja ni mucho menos indiferente. Aunque está pensada para incluir a una audiencia mainstream no deja de ser una rareza que contiene tantas luces como sombras. La cinta está por encima de la mayoría de películas de superhéroes, pero no quiere pertenecer a esa liga, ya que aspira a mucho más y creemos que se queda en tierra de nadie.

Aunque siempre es de agradecer la ambición en un cineasta, quizás a Todd Phillips no le hubiera ido mal mostrar menos condescendencia por el mundo del cómic y darse menos importancia, pensando más en lo que estaba contando y menos en el cómo. También es cierto que probablemente si esta obra no hubiera sido lo suficientemente “singular” y desarraigada de las clásicas producciones superheroicas no hubiera contado con el interés ni la participación de un intérprete de la categoría de Phoenix.

Y es que, más allá de cuestiones técnicas, probablemente está película quedará en la memoria colectiva por la majestuosa interpretación de uno de los mejores actores de esta generación, encarnando a un Arthur Fleck/Joker tan genuino y personal. Phoenix, que se viste de payaso y de lo que haga falta, se marca varios bailes alrededor de la luna, sumergiendo a la audiencia en un auténtico viaje catártico por el tormento de un enfermo mental y diseccionando en cuerpo y alma a un personaje tan especial, regalando por el camino registros interpretativos para dar y tomar.

 

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