La probabilidad de perder en la lucha no debe disuadirnos de apoyar una causa que creemos que es justa. -Abraham Lincoln-
Antes de llegar a los parajes nevados de norteamérica, Quentin Tarantino ya rompió el hielo hace años con ese extravagante y salvaje western (o más bien dicho“southern”) con toques de “blacksploitation” titulado ‘Django Desencadenado’ que a la postre le valió su segundo oscar como guionista. Sin embargo, y quizás por primera vez en su carrera, (‘Sin contar ese pecado confesable llamado ‘Death Proof)’, podemos decir que no acabó de satisfacernos una propuesta en la que sospechamos cierto aire de autocomplacencia.
Del director de Tennessee no se puede esperar ningún tipo de convencionalismo, ni siquiera con uno de los géneros más encorsetados del séptimo arte,
es por eso, que con ‘Los odiosos ocho’, el realizador de ‘Pulp Fiction’ mantiene su postura de mezclar temáticas y homenajear a sus referentes fílmicos, añadiendo numerosas líneas de diálogo, le pese a quien le pese…
Sin duda, ‘The Hateful Eight’, se convierte en la pieza más teatral y política de su filmografía. La cinta arranca en las gélidas montañas de Wyoming a lomos de una fastuosa diligencia, diametralmente opuesta al concepto que en su momento inmortalizaron los dos grandes “John” del cine del Oeste (Wayne y Ford). Escena que ejerce como carta de presentación de los personajes principales de una historia, que al fin, se distancia de ese “leit motiv” tan arraigado en el universo Tarantiniano: la venganza.
Western nevado y…claustrofóbico
Acto seguido los personajes se ven condenados a encerrarse, junto a otros desconocidos, buscando refugio en la mercería de Minnie, una parada para diligencias de un puerto de montaña. ¿El motivo? una fuerte ventisca que les obliga a hacer un alto obligado en el camino.
El pretexto es más que justificable para el director de ‘Reservoir Dogs’ para crear una escenificación donde el clima será cada vez más tenso para convertirse en un auténtico hervidero a fuego lento. Tarantino evoca por momentos al mejor John Carpenter de ‘La cosa’ (filme con el que guarda varias similitudes), ya que la cinta muta a una truculenta versión de los enigmas de Agatha Christie y en donde nuestro detective intrépido es un cazarrecompensas de color llamado Marquis Warren.
En ésta farsa, es donde el realizador de ‘Malditos Bastardos’ concentra toda su holgura verbal. Todo un juego de engaños, traiciones y medias verdades del que se beneficia para reflejar, de algún modo, ese lado oscuro de la historia y la política americana. En un contexto de post-guerra de secesión con todas las consecuencias y repercusiones de un país en conflicto permanente… y que aún se lame las heridas.
Un equipo de producción de sobresaliente
Técnicamente el filme luce con luz propia, Quentin es un perfeccionista, y se nota, ya no sólo por la profundidad y calidad de los encuadres que nos ofrece la versión roadshow en formato 70 milímetros (y que pudimos disfrutar cortesía de la sala Phenomena de Barcelona). La composición fotográfica de Robert Richardson, encaja como un guante, (qué bien iluminada está esa cabaña). Así como una banda sonora original compuesta por el genio Ennio Morricone que a pesar de estar alejada de otros temas suyos más puramente western, a sus 87 años, nos regala una partitura más oscura y envolvente, muy próximo al Bernard Herrmann de Hitchcock.
Los intérpretes están especialmente inspirados (no descubriremos ahora a Tarantino como un gran director de actores), y los diálogos, aunque en determinados momentos están de lo más estirados, resultan lo suficientemente disfrutables para que el ritmo de la película aguante con intensidad e interés prácticamente hasta el final.
Puestos a destacar (en un reparto de lo más acertado); nombraría a Jennifer Jason Leigh, en el papel de la foragida Daisy Domergue, a Walton Goggins, el renegado sureño Chris Mannix y por supuesto a Samuel L. Jackson, actor fetiche de Tarantino y que lo borda en el rol del mayor Warren, que nos deleita con un recital de carisma, frases lapidarias y momentos hilarantes.
Pero sería completamente injusto dejar de mencionar al resto de “odiosos”: con Kurt Russell a la cabeza, o el veterano Bruce Dern, el repescado Tim Roth, Demian Bichir, Michael Madsen… una jauría de perros salvajes con una moralidad y ética más que reprochable, pero que sin embargo logran engacharnos y mantenernos en vilo hasta el último acto.
Juego con la muerte ¿con matanza final?
Y hablando del cierre del filme, es donde quizás la cinta peca de esa condescendencia que ya vislumbramos en ‘Django’. Un Tarantino desatado que parece más preocupado de realizar un (auto)fanservice en toda regla, con una sobredosis tremenda de violencia, que aunque no resulta ofensiva a la vista (por su artificialidad) sí que se nos vuelve previsible y hasta cierto punto, rutinaria en sus últimas obras.
Es muy posible que el realizador se sienta preso y encerrado en su propio cosmos cinematográfico, con todas sus circunstancias. Quizás por ello prefiera alejarse de los perfiles más clásicos, para abrazar un estilo a priori de menor trascendencia pero mucho más lúdico y recreativo. No en vano la propia creencia de que sus westerns no aguantarían la mirada crítica de John Ford, Howard Hawks o el propio Sergio Leone…y quizás sea mejor así.
Lo mejor:
- Un reparto de lujo, con los fetiches de Tarantino en estado de gracia.
- El apartado técnico: fotografía, color, iluminación, banda sonora.
- El arranque en la diligencia, con la presentación de personajes.
- Los momentos de “cluedo” en la cabaña de Minnie.
Lo peor:
- Un último acto, salvaje, pero más previsible.
- Un Tarantino por momentos autocomplaciente, demasiado al servicio del fan (osea él mismo).
¿Estás de acuerdo?¿Qué te ha parecido la película?