George Lucas concibió ‘Star Wars’ con la esperanza de lanzar una serie de televisión a gran escala, ya que tenía un universo creado tan basto y extenso que veía que cualquier otro formato le quedaba pequeño.
Sin embargo, no tuvo opción, pero tras cosechar un éxito tan rotundo con el estreno de ‘La guerra de las galaxias’ (1977), cambió la percepción del cine como indústria y negocio de entretenimiento. De este modo, surgieron las secuelas, precuelas y spin-offs posteriores, para una franquicia tan rentable que una multinacional como Disney adquirió los derechos recientemente para seguir explotando el producto. El año pasado pudimos disfrutar del Episodio VII títulado ‘Star Wars: El despertar de la fuerza‘ de J.J. Abrams, un nuevo e interesante punto de partida que, aunque con controversias, supuso un relanzamiento instantáneo de la saga.
Una precuela de lo más esperada
Disney está mimando la saga Star Wars en la línea de Marvel Studios, con sus diferentes fases y múltiples películas de superhéroes, con la producción de un conjunto de películas, de título ‘Star Wars Anthology’. Es ahí donde encaja y cobra sentido ‘Rogue One’, un spin-off centrado en el robo por parte de algunos rebeldes de la Alianza de los planos de la nueva gran arma del imperio galáctico: la estrella de la muerte. La historia se sitúa entre los episodios III y IV, aunque en realidad son 20 años después de los sucesos ocurridos en ‘La venganza de los Sith’.
Cierto es que, una cinta sin jedis, ni otros de los personajes principales de la saga, a priori, no seducía demasiado pero, visto lo visto en pantalla, más allá de personajes, lo importante era dar al público nuevos conflictos y batallas intergalácticas, para saciar la espera de un nuevo episodio de la rama principal del serial.
El realizador británico Gareth Edwards (‘Godzilla’), y el guionista norteamericano Tony Gilroy (‘saga Bourne) son los máximos artífices de esta producción, que aunque tiene toda la esencia ‘Star Wars’ nos han ofrecido una cinta con luces y sombras. Aunque visualmente algunos planos son apabullantes, por momentos los movimientos de cámara son confusos y agotadores. La historia, a pesar de no dar mucho de sí, es lo suficientemente correcta y no deja cabos sueltos, sin embargo el ritmo del filme, es inconsistente.
Siguiendo con aspectos técnicos
La recreación del universo expandido recuerda en muchos momentos a los episodios de la trilogía clásica. Los parajes, el vestuario, la caracterización, los “looks” de los personajes. Mérito, en parte del director de fotografía Greig Fraser (‘La noche más oscura’), que en muchos momentos nos traslada a escenarios bélicos que ‘sospechosamente’ se pueden asemejar a conflictos históricos reales como los vividos en la segunda guerra mundial. Vemos ecos de Vietnam o la actual franja de Gaza, no sabemos si en un ejercicio audiovisual de frivolidad y repleto de cinismo, viniendo de una producción de Hollywood.
Hablando de la banda sonora, si bien es cierto que estábamos acostumbrados a la excelencia de John Williams, no se puede desmerecer el trabajo de Michael Giacchino (un compositor habitual en superproducciones), con unas piezas muy fieles y similares a las del maestro. Reconocibles, por lo tanto, plausibles.
“¿Cuál otra opción tenemos? ¡Es hora de luchar!”
No hay victoria sin sacrificio
¿Funciona la trama? pues bien, aunque tiene un tono más adulto a lo habitual en la franquicia, (y el sello de Disney no es tan evidente), es irregular, con dos actos algo tediosos y uno de lo más emocionante. Quizás se deba a un montaje final que pretende ser dinámico y favorecer a la épica, pero que perjudica gravemente a los personajes.
Afortunadamente, la película va de menos a más, y el clímax de la misma (narrativamente muy fiel al estilo ‘Star Wars’ recordando la batalla de Endor de ‘El retorno del Jedi’) tiene el mérito de ser apasionante, pese a que conozcamos sobradamente su desenlace final.
Pero detengámonos en los personajes. La mayoría de ellos desgraciadamente están desdibujados, y en ocasiones actúan de modo incongruente. Además pese a la intención de interpretación coral, la conexión entre ellos no funciona, y los diálogos son mejorables. Da la sensación que la dirección de actores se ha descuidado en demasía.
En especial salen muy perjudicados Forest Whitaker y Mads Mikkelsen, dos grandes actores, muy desaprovechados en el rol de dos personajes (Saw Guerrera y Galen Erso) que aunque secundarios, podían haber dado mucho más de sí como los padres (uno biológico y otro adoptivo) de la protagonista, Jyn Erso (Felicity Jones).
“Las rebeliones se construyen con esperanza”
Personajes con poca chispa
Y en referencia a la protagonista, aunque es cierto que Jones conquista la cámara y tiene cierto gancho, ni Jyn da la sensación de ser una auténtica lider rebelde, ni sus momentos más dramáticos tienen la fuerza suficiente como para ser un personaje para el recuerdo, y menos si la comparamos con Rey o Leia, por citar algunos de los caracteres femeninos de la saga.
En mucho peor lugar queda su ‘partenaire’ Diego Luna, al que se le ve algo fuera de lugar en el papel de Cassian Andor, una versión muy descafeinada de Han Solo. Su personaje está tan maltratado que hasta su compañero digital, el androide K2SO (Alan Tudyk) parece más humano y carismático que su propio dueño. Una auténtica pena, porque aunque el ‘Despertar de la fuerza’ tenía varios errores de bulto, tenía su punto fuerte en los personajes, los cuales lograban tocarnos emocionalmente.
Demasiadas comparsas, pero al fin y al cabo, esta cinta nos habla del sacrificio y la revolución, justificando las motivaciones de la Alianza para luchar por un bien común y contra una fuerza mayor. Sin embargo este concepto quedaba más patente en una producción como ‘Guardianes de la Galaxia’, la space opera de Marvel Studios, pero en aquel caso, la cinta se esforzaba en que empatizáramos con los héroes, mucho mejor vinculados entre sí.
En este caso la rebelión no precisa de palabras, ni emociones, sino de actos y se sustenta en el concepto de la esperanza como fin. Los rebeldes, por su parte, no se muestran más que como peones, simples humanos sin misticismos ni poderes de ninguna clase, salvo la virtud de ser fieles abnegados por una noble causa y un objetivo final, como es derrocar, (o al menos debilitar, a través del robo de los planos) al temible imperio galáctico.
Y hablando del Imperio, con la recien construida estrella de la muerte, como arma símbolo de poder y política del miedo (tan propia de gobiernos crueles y opresores), emerge en ‘Rogue One’, para ofrecer sus primeras muestras de intimidación, como antesala de la gran amenaza que supondrá (supuso) para los episodios de la saga clásica.
La eterna sombra del Lord Sith
En cuanto a los villanos, sólo un par de matices, la aparición de Grand Moff Tarkin, con ese Peter Cushing digital que aunque puede encajar en la trama, no deja de evidenciar que el CGI en ningún caso puede sustituir a un actor de carne y hueso.
Y por supesto, el sempiterno Darth Vader, que con sus majestuosas apariciones (en especial la segunda) no sólo funcionan como escenas al servicio del fan, sino que mejoran la calidad del producto final, y ¡de qué modo!.
En este sentido, hay bastantes guiños al fan incondicional, ya sea en forma de personajes (Tarkin, C-3PO, Bail Organa), localizaciones (Mustafar) o vehículos y naves (X-Wings, Tie Fighters y AT-AT) que conectan perfectamente con el canon de la saga.
En definitiva, el ‘Rogue One’ de Gareth Edwards es una cinta muy fiel a la mitología ‘Star Wars’ y cumple como expansión del universo galáctico, abriendo una vía de esperanza a futuros spin-offs, con una historia más adulta, pero que lamentablemente descuida a la mayoría personajes en pro de una épica que, sin emoción, es… incompleta.
Lo mejor:
- Es esencia 100% Star Wars.
- La ambientación retro.
- Un clímax épico, emocionante y no deja cabos sueltos.
- Las apariciones del “señor de negro”.
Lo peor:
- La dirección de Edwards, algo torpe y confusa.
- La dirección de actores, y los personajes en general, olvidables.
- Los dos primeros actos, irregulares y algo tediosos.
- Pese a las buenas intenciones, el Peter Cushing digital.
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