Han pasado casi 24 años desde el primer ‘Toy Story’ (1995) de Pixar, durante este tiempo toda una generación hemos pasado de ser adolescentes a adultos junto a Woody, Buzz y compañía y mientras la franquicia crecía nos ha ido nutriendo con secuelas de gran calidad, no sólo técnicamente -donde el avance es más que visible- sino también a nivel de profundidad y solidez narrativa.
La historia (dirigida por el debutante Josh Cooley) arranca justo con Woody, Buzz, y sus amigos en la habitación de su nueva propietaria Bonnie, que se divierte con la mayoría de ellos, excepto con Woody, que suele quedarse en el armario junto a otros juguetes “olvidados”. El vaquero, sintiéndose fuera de lugar, decide ayudar a Bonnie en su primer día de guardería, donde ésta crea un nuevo juguete, Forky, que está compuesto por un tenedor, un limpiador de pipas, un palito de helado roto para los pies y unos ojos saltones.
Bonnie ama a Forky, así que Woody quiere asegurarse de que su juguete favorito esté ahí para ella. Pero Forky se ve a sí mismo como basura y está obsesionado con caer en el olvido. En un viaje en caravana con Bonnie y sus padres, Forky se tira por la ventana y Woody volverá a emprender una misión arriesgada para rescatarlo.
Existencialismo para toda la familia
¿Qué hace qué un juguete sea un juguete? Forky no se siente como tal, él se percibe como un objeto desechable, algo que no contempla ni su dueña y ni mucho menos Woody, que sabe ver que hay detrás de esa extraña apariencia. Y es que con la aparición de este nuevo curioso personaje, -y extrapolándolo a la realidad- el filme nos lleva a hacernos estos planteamientos filosóficos de si conformarnos a ser como creemos ser, o convertirnos en lo que queremos y podríamos llegar a ser. Pero también el hecho que Forky no sea un juguete al uso, también es un alegato claro en favor de la imaginación y creatividad que, en diferentes situaciones, tienen los niños para jugar, divertirse e incluso protegerse a sí mismos.
Viendo el desarrollo de esta historia, nos encontramos con una película no tan coral y sí más centrada en el personaje de Woody -muy similar a lo sucedido en ‘Toy Story 2’ (1999)-. Y es que el vaquero de juguete es el personaje que más ejemplifica esa “humanidad” que se instala en estos muñecos cuando nadie los ve. Woody tiene sus propios miedos, objetivos y miserias como cualquiera de nosotros, a él también le ha afectado el paso del tiempo y lucha para que su vida tenga un sentido a pesar de estar sumido en el ostracismo.
Por el camino en el rescate de Forky, Woody se reencuentra con Bo Peep, una “vieja amiga”, que ha sabido adaptarse a las circunstancias de ser un juguete perdido y vive en completa libertad. Algo que nuestro “cowboy” no acaba de aceptar, ni comprender puesto que para él “no hay nada más noble para un juguete que acompañar a un niño”. También se tendrá que enfrentar a la problemática de otros juguetes que como él, creen merecer otra oportunidad a lado de un pequeño.
Un perfecto equilibrio entre drama y comedia
‘Toy Story 4’ toca temas de cierta profundidad como la conciencia, la aceptación a uno mismo o la necesidad o no de cambiar y salir de la zona de confort, que en el caso de Woody sería su pasado y su “estatus” en la habitación de Andy, lugar al que parece anclado. Sin embargo, en Disney Pixar no olvidan que su audiencia únicamente no somos los adolescentes de los noventa, sino que nuevos niños de esta generación se acercan con interés a ver su franquicia.
De este modo este arco dramático, de tono más maduro está compensado con brillantes situaciones cómicas de un ritmo ágil y preciso, enfocadas en el disfrute de los más pequeños. Momentos que se unen a la amplia colección de la saga, ya sea en forma de muñecos traumatizados -el canadiense Duke Caboom-, coches tele-dirigidos disfrazados de mofeta, títeres terroríficos o Bunny y Ducky, dos muñecos de feria -que bien parecen sacados del juego Five Nights at Freddy’s– con unas ideas muy curiosas de como resolver los conflictos.
¿Hasta el infinito y más allá?
Los que esperábamos con cierto escepticismo esta ‘Toy Story 4’, tras la excelencia de la tercera parte y conociendo algunas entregas insustanciales de otras sagas de Disney Pixar, hemos pinchado en hueso, puesto que estamos ante una nueva secuela de gran nivel. Sí, quizás sea una cinta menor, pero es la más “adulta”, plantea nuevas problemáticas y nos hace reflexionar sobre nosotros mismos… y todo explicado a través de unos juguetes que sienten y viven como seres humanos. Además Pixar sabe como tocar la fibra del espectador -especialmente a los que hemos seguido la franquicia desde sus inicios-.
¿Será un cierre definitivo? Aunque Woody no sea el Bill Munny de ‘Sin Perdón’ (1992) o el Roster Cogburn de ‘Valor de Ley‘ (2010), el sabor que nos deja el final de esta historia también contiene esos matices crepusculares, una cierta amargura y suficientes dosis de melancolía para nos hacernos intuir que quizás debería serlo -al final, y aunque suene triste, siempre dependerá del business-.
Lo que está claro es que desgraciadamente como en el filme, o aceptas los cambios vitales, o el tren de la vida pasa y… no te espera.
¿Ya has visto ‘Toy Story 4’?¿Qué te ha parecido? No dudes en dar tu opinión en nuestra caja de comentarios.
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