El hobbit: la desolación de Smaug. Opinión.

 

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Pues ya ha pasado un año y ya estamos de regreso a la tierra media, para continuar las aventuras de Bilbo Bolsón y la compañía de los enanos con el fin de recuperar el reino de Erebor, custodiado por el temible dragón Smaug. Con Peter Jackson de nuevo al frente de la nave y el mismo equipo creativo de anteriores entregas de ‘El señor de los anillos’, y por supuesto con toda la maquinaria (3D y 48fps incluidos) y medios posibles a su alcance.

El reto de ‘La desolación de Smaug’ como filme central es funcionar como unidad vertebradora (como en su momento fue ‘Las dos torres’) de esta franquicia a la vez  mostrar una clara evolución de los personajes principales a través de todos los conflictos que van apareciendo durante el viaje. No podemos olvidar pues que la senda que recorre nuestro pequeño héroe y compañía también se entiende como un camino a la madurez, a la auto-realización a la búsqueda de una vida mejor.

 

Siguiendo el camino marcado

La línea de la segunda parte del tríptico es claramente continuativa y fiel pues al libro de estilo habitual de Jackson, eficaz y útil hasta la fecha, con la ventaja que aprovecha la inercia del primer filme para arrancar con un ritmo mayor y acelerar pasaje a pasaje.

Así pues, desde el segmento donde se produce el breve encuentro con “el cambiapieles” Beorn (un desaprovechado Mikael Predsbant), el paso por el claustrofóbico y laberíntico bosque negro, (con arañas y elfos silvanos incluidos) hasta la huida del reino de Thranduil, pasa en un suspiro, con momentos realmente divertidos y emocionantes.

La pena es que tras la llegada a Esgaroth, la ciudad del lago, el relato pierde fuerza y empieza a estirarse con sub-tramas que no vienen demasiado a cuento (como la del gobernante de la ciudad, interpretado por Stephen Fry o el de la familia de Bardo).

 

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“Hemos estado ciegos, y en nuestra ceguera nuestro enemigo ha regresado.” Gandalf

La aparición de Smaug, lo mejor hasta la fecha

De este modo llegamos a trompicones al clímax en la montaña solitaria y a pesar de la impresionante representación de Smaug (un aplauso para los chicos de WETA Digital) y el carisma que le imprime la poderosa voz de Benedict Cumberbatch (Iván Muelas en su doblaje al castellano) y la majestuosidad y belleza de la fortaleza enana de Erebor, una vez más el dilatado metraje en este acto y la necesidad imperiosa del realizador por impresionar en cada plano perjudican gravemente el cierre del segundo capítulo de la saga.

Otra de la claves del filme recae en explicar la compleja y tensa relación que existe entre Enanos y Elfos, el rencor de los primeros hacia los segundos a raíz de lo ocurrido en la batalla en Esgaroth y la frustración que sienten por su situación de debilidad en la tierra media. La confrontación entre Thorin y Thranduil ayuda a comprender la idiosincrasia de ambas razas: la inteligencia, y capacidad para la estrategia de unos y el orgullo y la perseverancia de los otros.

También con la presencia de personajes como Légolas (un “retocado” Orlando Bloom) y la debutante Tauriel (la hermosa Evangeline Lilly) pretenden darle empaque al conflicto racial, sin embargo, da la sensación que no acaban de ser del todo necesarios y sólo justifican su presencia en las espectaculares (y porqué no decirlo, inverosímiles) secuencias de acción.

 

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Evangeline Lilly es Tauriel

La labor de los intérpretes compensa deficiencias

Y es que se confirma que los males del filme, son los males de su realizador. Como en Un viaje inesperado, los momentos más brillantes son los que más se acercan al texto original, y el resto, se nota demasiado que son de relleno, incluso algunos diálogos y reacciones de personajes no escapan de ciertos “clichés” del cine americano más convencional. Estos deslices textuales sumados a algunas escenas más cercanas al mundo del videojuego, son sombras que no favorecen al conjunto.

Si que suma, sin duda, el trabajo actoral. Encabezados por el gran Ian McKellen, que tiene cogida la medida a ese Gandalf tan familiar y reconocible pero del cual filme tras filme vamos sacándole matices. A Martin Freeman también le reconocemos los méritos de ofrecernos un Bilbo Bolsón que evoluciona a cada paso que da (con el añadido del poder que le otorga el anillo) y obviamente Thorin II (escudo de roble), el último rey enano con un magnífico Richard Armitage que nos muestra el lado más oscuro y la vez heroico del personaje.

También podemos destacar a Luke Evans en el papel de enigmático mercader Bardo, del que esperamos más protagonismo en la siguiente entrega.

 

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No hay páginas para tanto metraje

Ya comentamos en nuestra opinión de la primera parte de ‘El hobbit’, que dudábamos que la historia original no daba para tres filmes, y menos de casi tres horas cada una. Pero es que en realidad, (y después de este segmento lo tenemos muy claro) es obvio que no estamos ante una adaptación que pretenda ser absolutamente igual al libro, sino de un gran producto que utiliza de base el argumento literario original, para servir de enlace con la otra trilogía cinematográfica, vitaminada para poder equipararla a niveles de magnitud y épica.

¿Era necesario? En parte quizás sí, sobretodo para aquellos espectadores que no acababan de entender algunos acontecimientos ocurridos en ‘ESDLA’ y que aquí se acaban de clarificar (como el encuentro “El nigromante” y Gandalf en Dol Guldur) y que en su momento J.R.R.Tolkien tuvo que justificar con apéndices y re-ediciones (‘El Silmarillion’ lo editó y publicó su hijo Christopher en 1977).

 

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A veces, menos es más

Sin embargo con esta “edición extendida” de la novela no dejamos de tener la misma sensación como cuando vimos el “remake” de ‘King Kong’. Y es que a pesar de ser un espectáculo de lo más disfrutable, el gusto de Jackson por la saturación, el exceso… de metraje, de CGI, de planos, de secuencias innecesarias y su ya demostrado poco amor por la sala de edición y montaje, hace que su cine se vuelva por momentos agotador y cargante.

En ese aspecto me recuerda a James Cameron y su ‘Avatar’ o a George Lucas con la última saga de ‘Star Wars’), cineastas a los que debemos mucho, pero que poco a poco han sido engullidos por su ego. Incluso podemos afirmar que el cineasta neozelandés ha perdido un poco ese toque artesanal que vimos en ‘ESDLA’ y todo se ha vuelto un poco más “artificial”.

De todos modos no es justo cargar las tintas contra el realizador de ‘Agárrame esos fantasmas’ al que consideramos un romántico de ese cine evocador capaz de hacer soñar y maravillar al espectador, y aplaudimos su intención de sorprendernos con una historia tan conocida como ‘El hobbit’, todo un referente de la literatura fantástica juvenil.

Una cosa está clara, dentro de un año, toca rematar la faena, cerrar todas las tramas abiertas, y poner el broche de oro a la saga. No faltaremos a la cita con la tierra media en ‘El hobbit: La Batalla de los cinco ejércitos’. Peter… no nos falles.

 

Mi puntuación: 6,5

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