El lobo de Wall Street. Opinión.

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Martin Scorsese, puede que sea el mejor director vivo. Eso no lo digo yo, es algo que han insinuado colegas suyos de profesión desde hace años, desde luego, que si no lo es, está en el olimpo. Pocos realizadores se han atrevido a tocar tantos géneros con éxito como él, con un libro de estilo excelso que abre cuando más le interesa, todo un lobo estepario del celuloide.

Nuestra impresión es que lo que se le da mejor es retratar a la sociedad que tanto conoce, la norteamericana y explicarnos el reverso del famoso sueño americano, en producciones inolvidables como ‘Taxi Driver’, ‘Uno de los Nuestros, ‘Casino’ o incluso ‘Gangs of New York’. Filmes conducidos por antihéroes, auténticos desgraciados y gente indeseable pero cargada de carisma, a fin de cuentas, la gente interesante que todos queremos ver en una pantalla de cine, pero tenerlos lo más lejos posible en la vida real.

‘El lobo de Wall Street’ entra de lleno en esta categoría’ centrándose en la figura del insaciable corredor de bolsa en los 80-90 Jordan Bedfort encarnado por Leonardo DiCaprio (en su quinta colaboración con el realizador) que construyó un imperio a costa de inversiones fraudulentas de ahorradores de la clase media americana.

 

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“Me llamo Jordan Belfort. El año en que cumplí los 26 gané 46 millones de dólares, y eso me cabreó porque sólo por tres no llegué al millón a la semana”.

Toma el dinero y corre

Desde su primer plano Scorsese lanza una declaración de intenciones, mostrando la oficina de Stratton Oakmont, la empresa de Bedfort y socios, lanzando personas enanas a una diana, desde la presentación del personaje sabemos que lo que vamos a ver, no tiene ni límite, ni medida, y que está enfocada en tono absolutamente cómico. Y lo que arranca es un ejercicio de cine magistral, con momentos sublimes e incluso surrealistas, de lo mejor que podemos ver en su filmografía, todo ello durante tres horas que pasan en un suspiro, mérito añadido por supuesto de la montadora habitual de Martin: Thema Schoonmaker.

Vale la pena destacar la banda sonora del filme, otro de los aspectos que el director de ‘Infiltrados’ mima con detalle. Más de 60 temas musicales que nos acompañan durante toda esta odisea, pasando por múltiples géneros: Blues, Jazz, Rock indie o Hip Hop con Bo Didley, Howlin’ Wolf, Billy Idol, The Lemmonheads, Foof Fighters, Cypress Hill. Una gozada para los oidos.

 

 

La película trata sobre la ambición, la codicia y la adicción, sobretodo al poder. En el momento actual, todavía naufragando después del maremoto creado por Lehman Brothers y compañía, la época del escándalo de las preferentes en nuestro país, resulta cuanto menos curioso, que la “magia del cine” consiga hacernos creer que es divertido que se estafe a la gente de la manera más cruel.

Fiestas salvajes, prostitutas de todo tipo, alcohol, cocaína, dinero, dinero y más dinero…en efecto los protagonistas de la historia viven al límite, amasando y arrasando con todo y ese exceso lo vemos reflejado en pantalla sin filtro alguno, quizás pueda parecer demasiado, pero el modo en que está enfocado, en tono de comedia negra; este festival del vicio, de lo frívolo, lo banal… encaja a la perfección y la hace más que digestiva, disfrutable.

El tema es que el realizador de ‘Toro Salvaje’ no pretende juzgar en ningún momento al personaje, sino que lo retrata tal como era, es decir Bedfort se retrata a sí mismo, y somos nosotros como espectadores quienes debemos evaluar su comportamiento, su vida, sus acciones. Nosotros lo tenemos claro, Jordan Bedfort es un malnacido, un tipo que mejor no se cruce en nuestro camino, por mucho que nos entretengan “sus hazañas”.

 

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Los intérpretes se entregan al máximo

Mención especial a la actuación de Leonardo DiCaprio, que lleva a las espaldas el peso del filme con una soltura y tranquilidad que abruma. Ya habia demostrado lo era capaz hace tiempo como actor dramático en ‘El aviador’ o ‘Revolutionary Road’, pero es que estamos ante su papel más cómico hasta la fecha y realmente lo borda: divertido, expresivo, histriónico (algunas de sus escenas las habría firmado el mismo Jim Carrey) pero poniendo freno en el punto exacto.

Su química con Jonah Hill es evidente y este también cumple a la perfección en el papel de Donny Azoff, escudero fiel de juergas y andanzas de nuestro protagonista, Hill estaba obsesionado con trabajar con Scorsese, y de hecho cobró el salario mínimo para una estrella de su caché, sin embargo la actuación está a la altura de lo que nos ofreció Joe Pesci como secundario de lujo en otros míticos filmes del realizador.

 

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El nombre del juego: mover el dinero del bolsillo de tu cliente hacia el tuyo. Regla número uno de Wall Street: nadie… no me importa si eres Jimmy Buffet… nadie sabe si las acciones van a subir, bajar, ponerse de lado o en jodidos círculos. Menos nosotros, los corredores. Mark Hanna (McConaughey) a Jordan Belfort (DiCaprio)

Uno de los mejores guiones de lo que llevamos de siglo

Y aquí es donde podemos destacar el trabajo de Terence Winter (‘Los soprano’, ‘Broadwalk Empire’), guionista de la cinta, que adapta con mano maestra el libro autobiográfico en el que se basa la historia, ya que mezcla con rotundo éxito inverosímiles situaciones y con brillantes diálogos y les da el peso exacto a todos los personajes que aparecen en la trama.

Desde la aparición de Matthew McConaughey (‘Mud’) como Mark Hanna, su guru iniciador e inspirador en el mundo de las finanzas, pasando por (el director) Rob Reiner como Max Belfort ese padre excéntrico y bipolar, la bellísima Margot Robbie (‘Pan Am’) como, Naomi LaPlaggia su sufrida segunda esposa y sin olvidar a el oscarizado Jean Dujardin (‘The Artist’), en la piel de Jean Jacques Saurel, sospechoso banquero suizo o Kyle Chandler, en el papel del Patrick Denham ese inspector del FBI honrado e incorruptible.

Figuras de esta obra de teatro bufa que giró en torno a un nuevo Tony Montana de las finanzas, un gángster de alto standing, o como en su día le definió la revista Forbes: “Un retorcido Robin Hood que toma el dinero de los ricos para entregárselo a sí mismo y su alegre banda de corredores de bolsa”.

La vida de Jordan Belfort no puede dejar indiferente a nadie, nos invita a posicionarnos, (si queremos estar en ese yate de lujo a punto del naufragio con él o de lo contrario, bien lejos, en ese sencillo vagón de metro con el agente federal de conciencia limpia) y también a llegar a la inevitable reflexión de que gente como esta es la que mueve y maneja el mundo, los que priorizan que el fin justifica los medios, los que saben vender la moto… a fin de cuentas.

 

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Belfort: Véndeme este bolígrafo. Brad: ¿Quieres que te venda este boli? Está bien: escríbeme tu nombre en la servilleta. Belfort: No tengo boli. Brad: Exacto. oferta y demanda, amigo mío. Belfort: ¿Veis lo que digo? Hay que crear necesidad. Hacer que quieran comprar las acciones, como si lo necesitaran.

¿Parodia o oda al neo-liberalismo salvaje?

Ya sea ejemplo positivo o negativo, esta historia ha servido como excusa perfecta para que el maestro italo-americano de 71 años, nos de su visión cinematográfica sobre lo que opina de la crisis financiera, del capitalismo salvaje, y si nos extendemos, a la condición humana de ese hombre de negocios joven, moderno, ambicioso, carente de ética y moral y demostrar de nuevo quien manda en la industria del séptimo arte. El viejo lobo aúlla de nuevo.

 

Mi puntuación: 9,5 .

 

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