Luces rojas. Opinión

 

Luces rojas

No cabe duda que Rodrigo Cortés había demostrado su nivel y sus ganas de realizar productos ambiciosos, después de arriesgar con películas como ‘Concursante’. Ese filme fue un complejo ejercicio de estilismo visual que presentaba una sociedad consumida por el capitalismo y el trampolín definitivo en forma de desasosegante y claustrofóbico monólogo de hora y media atrapados en el ataúd de ‘Buried’ (‘Enterrado’). Sin embargo en ‘Luces rojas’ también hay sombras, y aunque el realizador gallego continua siendo valiente en planteamiento, su producto final es interesante pero no acaba de cuajar.

“Las luces rojas son notas discordantes, cosas que no deberían estar ahí”, bajo está premisa arranca este thriller psicológico en donde en un primer acto acompañamos a dos científicos: una parapsicóloga (Sigourney Weaver) y un físico (Cillian Murphy) dedicados a desenmascarar a falsos profetas, videntes que se aprovechan de la debilidad y credulidad humana. Poco a poco vamos siendo cómplices en cuanto vamos conociendo a los protagonistas y nos obligan a posicionarnos y hacer que nos planteemos una duda fundamental: ¿los fenómenos sobrenaturales son un fraude?.   

Mientras nos vamos convirtiendo en buscadores de luces rojas (algo que se convierte en espada de doble filo), se va complicando la trama, sobre todo cuando aparece en escena el personaje del famoso psíquico Simon Silver (Robert De Niro), autentico eje sobre el que gira el film y sobre el que se cargan todas la sospechas, el fuego cruzado está garantizado. Llegados hasta este punto sabemos que la fuerza recae en unos personajes bien trabajados, complejos, llenos de matices y en situación límite, recordándome en muchos momentos ‘El truco final’ de Cristopher Nolan y sobre todo a los primeros trabajos de género de M. Night Shyamalan, que utiliza como hilos conductores a sus personajes para desenmarañar argumentos repletos de enigmas.

Luces rojas
Sigourney Weaver y Toby Jones

Un ejercicio de conciencia y reflexión

Queda en evidencia durante todo el metraje el choque entre dos mundos, el mundo de lo paranormal y el mundo de lo racional. Sin embargo más allá de alguna que otra reflexión metafísica, la historia se enreda en un esfuerzo por mantener en vilo al espectador y parece más interesada en sorprender al mismo, que ofrecer una historia realmente interesante. Como bien dice su realizador, la trama transcurre como un truco de magia, donde primero observamos el artificio cómodamente, para después perdernos y desorientarnos, a la espera de una conclusión que nos impresione y nos lleve a cuestionarnos el porqué.

No sé si premeditadamente, pero en ‘Luces rojas’ Cortés pierde la fortaleza visual sus anteriores trabajos, y cuando deja de lado ciertos malabarismos técnicos deja al desnudo las carencias de un argumento sin tanta profundidad como hubiéramos imaginado. Es más, a pesar de que el film va fluyendo con relativa facilidad, gracias al desparpajo y entereza de sus intérpretes y al saber hacer narrativo de su realizador, algunas escenas tropiezan en su momento más álgido, el del clímax dramático, lo que resulta imperdonable.

Su final, (que ha desatado cierta controversia), no se puede considerar tramposo, ni incoherente (al menos hasta un segundo visionado) pero sí que deja un cierto sabor de frialdad, con la sensación que alguna pieza no acaba de encajar, rematado con el uso de unos flashbacks para mostrar a un espectador (hasta cierto punto manipulado) que hay elementos que no cuadran.

Luces rojas
Cillian Murphy

No deja de ser recurso técnico cinematográfico hasta cierto punto decepcionante, ya que lo anteriormente exigido al público como observador se convierte en obvio y se descubren sin rubor los hilos delatando sin escrúpulos al mago/marionetista (y en este caso director) que por norma general, nunca debe enseñar sus trucos.

La ambición tiene costes

La conclusión no es del todo negativa, ya que resulta estimulante que existan realizadores como Rodrigo Cortés, salidos del panorama nacional con valor y ganas de demostrar su talento, pretensiones, subiendo el listón y embarrándose allá donde nadie quiere meterse. Y aunque en este exceso de gallardía, esta vez se haya pasado un poco de frenada, hay que reconocerle el gusto y mérito por querer manejar historias que donde sean compatibles el entretenimiento, (al más puro estilo Hitchcock), reflexionar sobre conceptos vitales y el llevarnos por el camino de la cuestión.

 

Mi puntuación: 6

 

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