La única respuesta a la violencia es reaccionar con más violencia. Sí, suena a dicho popular o a tópico, pero también es la máxima de películas como ‘Confessions’ (‘Kokuhaku’), que en el fondo habla de cosas que podrían pasar a la vuelta de la esquina –en cierta secuencia me he acordado de ‘Elephant’, película de Gus Van Sant basada en hechos reales. Dirigido por Tetsuya Nakashima, este filme que compite por llevarse el máximo galardón de Sitges 2010 es una crónica oscura, contada a varias voces, de un funesto suceso y todas sus consecuencias.
‘Confessions’ empieza en una clase de una escuela japonesa. La maestra, que no puede dominar el caos reinante en un aula repleta de chavales de 13 años, conseguirá que le presten atención con una espeluznante declaración: su pequeña hija, que en teoría murió accidentalmente, en realidad fue asesinada por dos de sus alumnos, dos chicos que hay en su clase. Este será sólo el punto de partida del filme, donde el dramático suceso será el desencadenante de toda una serie de acciones que tienen un objetivo más claro de lo que parece.
Aunque el arranque puede resultar aburrido y hasta un tanto teatral –el primer acto es un largo monólogo de la profesora, que aunque cuenta con insertos de lo que va explicando, se basa básicamente en su exposición- pero poco a poco la película va ganando puntos y acaba resultando muy satisfactoria.
La venganza se sirve en plato frío
Las ‘Confessions’ del título son los puntos de vista de los diferentes protagonistas del relato, que con abundantes voces en off nos hablan de sus deseos ocultos, de sus miedos, y de su papel en la historia que da inicio a todo, al estilo ‘Rashomon’. El director utiliza muy bien esta estructura, pero quizás abusa de la palabra cuando algunas acciones se podrían contar simplemente con imágenes. Puede que esta tendencia sea la herencia de la novela en la que está basada la película.
Esta visualización de la palabra sería sin duda posible, y más en una película como ésta, donde Nakashima cuida al máximo la puesta en escena, con un deje un tanto videoclipero –mucha cámara lenta y cierta música accesoria- pero con dominio del lenguaje y gran belleza plástica, incluso –o sobre todo- en las secuencias más crudas y sangrientas del relato.
Uno de los mayores aciertos de ‘Confessions’ es que nos hace salir del cine con la sensación de que nos han contado muchas cosas, pero sin avasallarnos. Así tenemos la historia de la maestra, una madre vengativa que nos recuerda a los personajes que buscan su venganza en la famosa trilogía de Park Chan-wook, pues todos ellos hacen acciones malignas pero que en su contexto somos capaces de entender y nos hacen plantearnos que, quizás, podríamos llevar a cabo también un plan retorcido si nos destrozasen la vida.
Relatos incómodos y crueles
Pero además de la maestra, también ahondamos en las motivaciones que pueden llevar a dos chavales adolescentes a cometer tan atroz crimen. Aquí aparecen temas viejos, pero que no dejan de ser una constante real en la génesis de los asesinos: el complejo de inferioridad, una figura idealizada de la madre o simplemente la apatía del que vive de manera acomodada y tiene un gran vacío interior.
Gracias a unas creíbles interpretaciones de los niños protagonistas –mejores que las de los mayores, que simplemente cumplen- este relato gana en veracidad y crueldad…no hace falta decir el impacto que tiene ver en la ficción un niño con muy malas intenciones.
‘Confessions’ es una historia que nos la han contado otras veces, pero en la película de Nakashima resulta especialmente incómoda, pues es capaz de no posicionarse –o eso me ha dado entender- en ningún bando. El odio genera odio, pudre, más si cabe, el gran entramado en el que vivimos.
Nakashima ha creado una obra a tener en cuenta
Todos somos culpables y a la vez víctimas, y lo segundo no justifica lo primero, pues parece que la única respuesta que encontramos al mal es devolverlo con creces, y esta circunstancia se da en todos los contextos, como el bullying estudiantil o el abandono familiar, ambos, aspectos que trata la película.
Lo mejor de todo esto es que Nakashima muestra esta desesperanza e incomodidad con una gran belleza y un buen hacer cinematográfico, gracias a su puesta en escena y a las diversas versiones de un relato que logra cerrarse de manera consistente a pesar de todas las puertas que ha ido abriendo durante el metraje.
Mi puntuación: 7.5