Sitges 2010: ‘Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas’. Opinión

 

La invitada sorpresa

La última ganadora de la Palma de Oro en Cannes, ‘Uncle Boonmee Who Recall His Past Lives’ (‘Tío Boonmee que recuerda sus vidas pasadas’) generó una de las mayores polémicas de los últimos años en lo que a certámenes de cine se refiere. Y es que esta inclasificable obra de Apichatpong Weerasethakul fue encumbrada por algunos y vilipendiada por otros tantos ¿Película clave de los últimos años o tomadura de pelo de la década? Para bien o para mal está película fantástica (por nombrarla de algún modo) no deja a nadie indiferente, y esto se ha visto en su paso por Sitges, donde han sido abundantes los comentarios en los dos bandos, aunque quizás más en el de los detractores.

No es fácil juzgar ‘Uncle Boonmee…’. Mis expectativas ante la ganadora de Cannes (aún tengo cierta fe en algunos festivales) eran altas, pero a la vez temía encontrarme con lo que me acabó resultando. Es obvio que no es una obra para todos los paladares, pero aún así no le veo suficientes méritos como para que haya sido encumbrada como lo ha hecho, pues ni tan siquiera es una película arriesgada o revolucionaria.

‘Uncle Boonmee…’ nos sitúa en un recóndito lugar del noreste de Tailandia, zona muy rural y donde tradicionalmente ha habido muchos conflictos armados. Allí tiene una pequeña hacienda el tío del título, que viendo que su insuficiencia renal va a más y que probablemente le quede poco tiempo de vida, decide reunirse con sus familiares más próximos: su cuñada y un sobrino. Tras un prólogo desconcertante –pero que nos hace pensar que estamos ante un relato lleno de poesía- en la película se suceden secuencias de la vida cotidiana de esta gente sencilla, diálogos insustanciales pero que con su tono documental y la naturalidad de los actores –algunos no profesionales- hacen que estemos ante un interesante fresco de la vida de estos personajes. Todo dará un giro cuando hagan aparición un par de personajes fantasmales, mujer e hijo del tío Boonmee. En este punto se intuye que la película irá por los derroteros del realismo mágico -a la oriental, claro-, y hay ciertos momentos de humor propiciados por el aspecto de uno de los personajes, cosa que ameniza esta parte.

tío Boonmee

Fantasía desdibujada

Sin embargo, estas altas expectativas se van diluyendo. La película, perteneciente a una obra más extensa de Weerasethakul (la complementan un corto y una instalación) pero basada en una novela, no tiene lo que de esta parecía interesante, y es que “las vidas pasadas” a las que se refiere el título tan sólo se mencionarán en algún comentario de Boonmee y sólo tendremos una escena propiamente dicha de estas “reencarnaciones”.

Esta escena tiene una extraña mitología, extraña como la de las demás criaturas que van apareciendo en la película. Primero pensé que andaba pez en mitología tailandesa y por eso no había entendido ciertas cosas, pero en la rueda de prensa posterior a la proyección Weerasethakul comentó que las criaturas que aparecen, aunque tienen ciertas referencias del folklore de su país y de la cultura popular, son invención suya…Entonces lo entendí todo.

Aunque el problema en realidad es que, independientemente del origen de las criaturas fantásticas de la película, éstas no tienen el suficiente atractivo, poesía o carisma para que nos resulten fascinantes. No tiene nada que ver su cine con el de Weerasethakul, pero cineastas como Miyazaki (otro artista con un universo muy personal, aunque sea más mainstream) consiguen que nos enamoremos de sus criaturas, de bichos que jamás hemos imaginado y que no aparecen en los libros, pero que con cuatro pinceladas logra que empaticemos con ellos.

Boonmee y su familia

Buenas intenciones, resultado irregular

A esta fallida magia no le ayuda una estructura dispersa, con retazos sueltos de los sucesos y pensamientos de Booonmee y compañía, ni un ritmo tedioso que con otras bases hubiese sido soportable. Y es que lo que nos interesaría de la historia de Boonmee, Weerasethakul lo pasa por alto. Hubiese sido interesante una muerte del personaje más emotiva (en esa secuencia se procede con total frialdad), ver otras de sus “vidas pasadas”, conocer un poco más de la vida de sus familiares, ya sean los vivos o los muertos o entender la situación política de la región. No hay nada de eso en la película, sólo el ánimo de hacer algo hipnótico, algo que el director no consigue a pesar de contar con una parte visual muy bella, pero totalmente desaprovechada.

Falta poesía en esos personajes mágicos, falta empatía -qué pena, en el arranque del filme empecé a tenerla…-, falta poder centrarse en punto de interés… Apichatpong Weerasethakul partía de buenas ideas, quizás, pero sin duda su ejecución no es la esperada por el espectador…¿estamos ante el clásico caso de cineasta que sólo hace cine para él mismo (y para cuatro “elegidos”)?

 

Mi puntuación: 5

 

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