¿Cuántas veces hemos oído la frase “el amor es ciego”? Si bien es un concepto que se puede extrapolar a la mayoría de relaciones tóxicas del cine romántico contemporáneo… en ocasiones, las filias, fetiches y obsesiones del ser humano pueden llegar a extremos difícilmente inimaginables. De hecho, la historia real en la cual se basa ‘Jumbo’, es la de Erika Eiffel, la mujer estadounidense que se enamoró perdidamente con la Torre Eiffel -hasta el punto de llegar a contraer matrimonio con el famoso monumento parisino-.
En el debut de la cineasta francesa Zoé Wittock, por lo tanto, tenemos como eje central una historia de amor, poco o nada convencional. La tímida Jeanne (Noémie Merlant) trabaja de limpiadora nocturna en un parque de atracciones y convive junto a su madre, que vive obsesionada con buscarle un novio. Sin embargo, Jeanne, de naturaleza insociable, se queda prendada por la nueva atracción del parque, “Move It” a la que bautiza como… “Jumbo”.
Aunque el filme invite a pensar que estamos ante un relato fantástico, lo cierto es que el tono es realista e íntimo. Sin embargo, posee durante todo su metraje un halo de entrañable cuento de hadas surrealista -no al nivel de excesos y extravagancias de la ‘Amelie’ de Jeunet’-. A su vez, la cinta reivindica a todo aquel/o aquella que se aleja de la norma establecida, y no por ello significa que tenga que ser un enfermo/a, ni tener un problema más grave que el que pueda tener el más común de los mortales.
Extraño tránsito a la madurez
En el relato, se subraya continuamente el drama familiar entre Margarette (notable trabajo de Emmanuelle Bercot) una madre soltera, descarada y exuberante que necesita aún sentirse joven y deseada con su incomprendida e imaginativa hija que no comparte ni los anhelos ni deseos de su progenitora, y aún así quiere satisfacerla, pero ni sabe… ni tiene las herramientas necesarias para llevarlo a cabo.
La autora nos lleva por este viaje de reafirmación y tránsito a la madurez de la mano de Jeanne, de un modo muy emocional y sensitivo. Podemos llegar a empatizar no sólo con su incomprensión sino incluso con ese punto de fascinación por las luces, los sonidos y todo aquello que le puede abstraer a la joven de una rutina gris y desesperanzadora.
En su enamoramiento con la máquina, hay algo más que una “objetofilia” sino un modo de paliar todas las carencias y frustraciones que vive en su día a día; desde cubrir la ausencia de la figura paterna, la consecución de una intimidad que no encuentra en su hogar, hasta un tipo de despertar sexual que le ayuda a redescubrir su cuerpo y reafirmarse como mujer.
“Atracción… en todos los sentidos”
No es casual que los conflictos sociales con los que lidia Jeanne sean de día y la mayoría de encuentros “románticos” con Jumbo sean casi siempre nocturnos -la hora de soñar, de escapar de la realidad-. Escenas que lejos de resultar ser frías y extrañas poseen cierto aire poético y encantador. En eso tiene mucho que ver el cautivador trabajo interpretativo de Noémie Merlant, que ya brilló en la premiada ‘Retrato de una mujer en llamas’ (2019).
En definitiva, Wittock se presenta en sociedad con una cinta que a pesar de ser en apariencia un filme menor resulta bastante digerible y ameno. Muy alejado de cualquier drama romántico adolescente de sobremesa pero con mucho más contenido y estilo fílmico.
¿Tanto cuesta aceptar a las personas tal y cómo son?
Además, pese a lo surrealista de su premisa inicial, podemos encontrar en ella un trasfondo mucho más universal de lo que parece. Al fin y al cabo; el camino a la edad adulta, la búsqueda del amor y el hallazgo nuestro lugar en el mundo es algo por lo que pasamos todos y todas.