Cuando pensamos en la palabra “posesión” inevitablemente nos vienen a la cabeza presencias satánicas y ‘El exorcista’ y sus mil derivados. Sin embargo, este concepto podría desembocar en algo menos esotérico y más científico en un futuro. ¿Qué pasaría si gracias a la ciencia fuese posible meterse dentro de la mente de terceras personas para tomar su voluntad? Con este punto de partida empieza ‘Possessor’ (en su versión “Uncut”), de Brandon Cronenberg, sin duda un buen sucesor de su mítico padre (aunque no sólo eso).

Planificando el crimen perfecto
Para cometer un asesinato perfecto lo mejor es culpar a un tercero y no dejar lugar a ninguna duda. Este es el trabajo de Tasya Vos (Andrea Riseborough), experta agente de una empresa que comete asesinatos a sueldo gracias a una tecnología que permite tomar la voluntad de otras personas, haciendo que cometan el asesinato de turno de forma visible y luego se suiciden. En su último caso debe matar al CEO de una empresa tecnológica (Sean Bean) y a su hija (Tuppence Middleton) para que el hermanastro de esta herede la compañía. El cabeza de turco será Colin (Christopher Abbott), pareja de la chica. Un falso culpable perfecto pues se le acusará de un brote de locura y no dejará familia atrás.
Con este punto de partida ‘Possessor’ se nos presenta como un thriller sofisticado de ciencia ficción con importantes dosis de violencia y ambientado en un mundo lujoso pero frío. Un mundo similar a ‘Cosmopolis’, de David Cronenberg, padre del cineasta, pero sobre todo a toda la tradición previa de la sci-fi, con Philip K. Dick como cabeza más visible.

Juego de máscaras
Pero Brandon Cronenberg (también autor del guion) no se conforma con quedarse en el dilema moral que supone “poseer” a otros (algo que sería tema para un capítulo de ‘Black Mirror’). El joven cineasta, sin abandonar la parte más sci-fi, se deja seduir por el drama psicológico teñido de terror, al viaje de ida (y quizá no vuelta) de Tasya y Colin, llevándonos a confundir sus personalidades convivientes en el mismo cuerpo en algunos momentos del metraje.
Cronenberg insiste mucho en el concepto del parásito, que va más allá del hecho de haberse metido en la cabeza de otra persona tecnología mediante. Según se nos cuenta en la película, el uso de esta tecnología en largos periodos de tiempo produce un gran desgaste mental en el huésped, hasta el punto que puede perder su propia identidad o algo peor. ¿Cuándo actúa el parásito y cuando la persona parasitada, aplicando su voluntad? ¿El comportamiento podría ser una mezcla de la personalidad de ambos?
Cronenberg juega con este concepto desde bien empezada la película, usando un juego de máscaras que permite a Tasya ser de lo más sádica. ¿Lo es de por sí o se lo permite el hecho de sentirse en la piel del otro? ¿Ya era así o se ha ido convirtiendo a base de cometer más y más asesinatos?
Tasya es en apariencia una mujer exitosa con un comprensivo marido y un adorable hijo pero, ¿qué hay ya de verdad en esa persona? ¿Por qué parece que no siente nada estando en su hogar? Cronenberg deja a la imaginación del espectador el pensar cómo era Tasya hace unos años, ¿fue siempre tan fría y su familia era mera máscara para aparentar normalidad o en algún momento fue una madre y esposa amorosa?

No sólo son inmorales los asesinos
Si bien nadie dudaría que lo que hace la empresa de asesinatos a sueldo es terrorífico. ¿lo es mucho menos lo que hace la empresa de recopilación de datos del empresario al que interpreta Sean Bean? Como veremos en una escena con Colin, empleado de la compañía, a lo que se dedica su equipo es a identificar objetos en casas, conectándose a las webcams de sus inquilinos. Eso, claro está, permite ver mucho más que cortinas para mejorar funcionamientos de IAs: se vulnera la privacidad de todas esas personas.
Puede que no sea lo mismo espiar casas ajenas que asesinar a sangre fría, pero en ‘Possessor’ se intuye cierta crítica a nuestra sociedad actual donde (todo sea dicho, legalmente en la mayoría de casos) empresas de toda índole pueden saberlo prácticamente todo de nosotros. Estas empresas, cuyos servicios usamos a diario, también son parásitos, en este caso de nuestras costumbres y conversaciones.
Si bien esto no es el tema central de la película, el hecho de introducir una escena bastante larga donde vemos a Colin “espiando” a personas deja claro que Cronenberg quería mostrar esa realidad tan presente en nuestras días, quizás el paso anterior de estar en el objetivo de la webcam a estar en los ojos de otra persona.

Perversa, reflexiva… y entretenida
Con sólo otro largo en su currículum (‘Antiviral’, premiado en Sitges 2012), se intuye en Brandon Cronenberg un realizador a tener en cuenta. No se puede negar que ha mamado desde niño el peculiar estilo de su padre, pero aunque podemos ver en ‘Possesor’ algunas similitudes con la obra de David (sobre todo ‘Videodrome’ y ‘eXistenZ’) hay que reconocer que tiene su universo propio: tan enfermizo como el de su progenitor pero con otras influencias y obsesiones.
‘Possessor’ hace pensar, incomoda, inquieta… pero a la vez te mantiene pegado al asiento durante sus 104 minutos. Así pues, un filme bastante redondo que merece la pena visionar si se disfruta con cierto grado de perversidad.